J. M. Ferreira Cunquero
Por estas fechas, hace dos años,
la fatalidad, que hinca sus zarpas en muchos pueblos de esta tierra abandonados
a su suerte, nos atacó en lo más cercano. Todo por la desidia, que tiene claros
culpables en quienes, en época electoral, se disputan con demasiado celo el
cinematográfico voto del famoso señor Cayo.
Mientras la ambulancia no podía
salir del centro médico de Alcañices, a causa de la nevada, un espantajo quita
nieves estaba de brazos caídos a una decena de metros. Tan lamentable suceso
tuvo, como no podía ser de otra forma, el peor de los desenlaces.
Y es que la acartonada burocracia
no puede saltarse contratos y normativas ridículas, aunque obstruyan la ayuda humanitaria
precisa en un caso de urgencia vital. Además, los cuatro helicópteros que
tenemos no son más que cascarria a la hora de socorrer a las pobres gentes, que
sufren los calamitosos aislamientos apenas caen unos copos de nieve.
Frente a estos problemas que soportan
las poblaciones más alejadas de los centros hospitalarios, en vez de
soluciones, aparecen -no falla- las tracaleras coartadas políticas, que en esta
tierra no son más que puro chascarrillo en escabeche.
Así, el mochuelo sanitario
desplumado por los drásticos recortes, ha unido (con toda razón) la gran protesta
de los pueblos de las Arribes, que reivindican simplemente lo que les
pertenece. La palabrería no basta ya para solucionar una problemática que puede
poner en riesgo la vida de los propios contribuyentes del engendro sanitario.
Eso sí, los ineptos y toda la fanfarria
deshumanizada, que huele a despacho con cierto aroma a incompetencia, nunca
podrán menoscabar el tesón de los profesionales que cubren las urgencias
dejándose la piel en cada caso.
Es para echarse a temblar si
pensamos que en una ciudad como Salamanca, con doscientos mil habitantes, sólo el
equipo adscrito al centro de la Alamedilla atiende diariamente las urgencias
domiciliarias. Vamos, que si nos ponemos los doscientos hipocondriacos de parto
a la vez, la humareda del tinglado sanitario llega hasta las dependencias del
mismísimo san Pedro.
Publicado en el el diario El Adelanto de Salamanca 04.01.13
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