22 de julio de 2024

Apenas somos nada

  Artículos periodísticos

Publicado en el diario El Adelanto el 30 de octubre de 2008

foto: jmfcunquero


En el discurrir de estos tiempos, en los que madura en el árbol de la desgana todo tipo de carencias idealistas, la escala de valores se sitúa, como fruto caprichoso, sobre el ramaje social del pasotismo más espeso. Así, surgen políticos sin personalidad, que transforman lo que debería ser un acto de servicio temporal, en un medio imprescindible para seguir llevando el cocido a casa. Y claro, de esos mimbres salen los cestos que se acoplan a cualquier repisa, con tal de no ser privados del chollo que, por la gracia de un dedo, les ha sido asignado.

Es la casta de políticos hogareños y bien mandados. Gente sin carisma alguno, que pueda plantar cara a los grandes patronos del partido. De ahí los acuerdos y los cambalaches, que surgen imantados de ese espíritu bobalicón que parece estar de moda. Lo peor es pensar que no podemos hacer nada ante esta desidia que nos hace confórmanos con la pobre letanía de que todos son iguales.

De sobra sabemos que en democracia los políticos son piezas imprescindibles, y que uno se arriesga a que le califiquen de carcamal si te sitúas en cualquier actitud crítica ante el panfletario discurso del poder que vende a medio céntimo el arrimón a las cosechas que, por su misericordiosa opinión, suelen recoger el mismo campesinado de siempre.

Observando este panorama político…, como que el asunto pinta a desesperanza con decorados de pesadumbre a tope, pues quienes nos gobiernan van de bamboleo en bamboleo con todo tipo de amagos y tentativas, mientras que los únicos que pueden dar el relevo andan más impacientes estos días en darle leña en su circo al propio mono,  que en demostrarnos que pueden ser los próximos inquilinos de la Moncloa,

Según vamos avanzando en este difícil tránsito de la concordia, sigo echando de menos a aquellos políticos que, desde la experiencia, ubicaron como prelación en sus disputas el consenso durante los primordiales y difíciles años del principio de la transición. Todo por buscar la avenencia sobre la discordia. Todo por una democracia que nos merecíamos como pueblo, hartos de ir dando tumbos por la historia a bastonazos.

Y como está el horno para cocer nuestra euforia, encima nos salen estos brotes políticos de vanidad, que nos irritan las buenas composturas, cuando comprobamos cómo se pegan asquerosos baños de poder algunos políticos con nuestra pasta, mientras se embadurnan el ego con la más rica variedad de sus antojos. Es mucho más que una simple anécdota la reforma de despachos y el tuneo de automóviles que acentúan en estos nuevos ricachones la desfachatez que, más allá de un mero apunte, empieza a ser un signo de patética corrupción intolerable. 

Por otro lado, hay que taparse la nariz, mientras mirando para otra parte se logra la firma nacionalista que asegura los presupuestos, no vaya a quedar en entredicho la desfachatez gubernamental, que persigue por costumbre la razón a cualquier precio. A estas alturas, ni el más memo de los ciudadanos puede creerse que el PNV apoya el embrollo presupuestario tras un ataque repentino de cordura. Vamos, que los nacionalistas nos salvan a los españoles del cataclismo, gracias a un sentido predominante del estado en el crucial momento que nos rescata a todos de la crisis. ¡Venga ya!, que somos mayorcitos y el merengue de tantas milhojas desde hace tiempo nos empacha.

Claro que, cuando nos enteremos de los costes que sufragan con demasiada alegría estos deslices, estaremos como figurantes en la preparación de otra comedia. El caso es que, una vez más, el compadreo y el regalo de carantoñas a quienes nos emborrachan con sus lágrimas de cocodrilo en tantas ocasiones, vuelve a emular el reestreno de un sainete con final más que presumible.  

Eso sí, mientras tanto, los dos grandes partidos se empeñan en tejernos la humareda con todo tipo de cortinas para que la bruma nos envuelva en las palabras sin meollo, que nos resignan a palpar que ante tata impotencia apenas somos nada.


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