25 de julio de 2020

DÍA DE SANTIAGO EN FIGUERUELA

 DÍA DE SANTIAGO EN FIGUERUELA

 

 

Esta mañana, he escuchado las campanas de Figueruela de Abajo en un repique memorable de mi padre, que como campanero, sigue en lo más profundo de mi corazón, sobre el campanario más hermoso y especial que jamás se construyera para iglesia alguna.

He podido oír de madrugada, desde el sobrao, a mis tías Avelina y Benilde junto a mi abuela Gregoria preparando el festejo de mi abuelo. Sí, hoy es el día de Santiago, la fecha más importante de mi infancia, referencia de mis raíces asidas a los surcos de la tierra alistana.

Hoy, al atardecer llegarán los guardiñas portugueses a felicitar a mi abuelo, mostrándome otra vez, como se le recordaba y quería por sus labores como carabinero de fronteras. Hoy mi abuela materna, aquella ti Rosa que emanaba santidad en todo lo que tocaba, me referirá como mi abuelo hizo la vista gorda muchas veces, para que su hermano, el ti Marcos, pudiese traer y llevar por la raya el sustento de los suyos.

Hoy, mi tío Eleuterio, nos volverá a dar plantón en la comida, porque andará metido en sus asuntos camperos, buscando reencontrarse con sus esencias o, porque debajo de su nogal preferido habrá encontrado felizmente sus infatigables sueños.

Y mañana, como espero verme mañana junto a los cunquerores, celebrando el santo de mi madre. Que impaciencia por hincar el diente en esa carne alistana que poca gente preparaba como tía Antonia. Y esperaré aquel cuenco de moras, que traerá con su inigualable sonrisa mi primo y hermano Ricardo.

Si, mañana aquella pastorcica que vivió desde los 12 años en la soledad del monte, ya no sentirá el miedo del anochecer al lobo, porque con los ladrillos del alma la rodearé elevando una corraliza de amor inexpugnable.

Alguien dijo de mí en la presentación de uno de mis poemarios, que seguía encerrado en una niñez hermética que aunque nadie podía abrir, la regalaba de forma continua. Tenía razón.

Pero hoy es cuando más broto en niño, cubierto por la necesidad de verme en Riguero, observado con ojos infantiles, como la burra da vueltas a la noria mientras el agua limpia del pozo riega las enredaderas de la vida.

Hoy es el día de los míos, la reaparición de todos los que desde el otro lado de las horas, siguen a nuestro lado susurrándonos el amor a la tierra. Cunquerones y Ferreiras en el mismo abrazo que los estrecha en todo lo que soy y tengo.

 

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