J. M. Ferreira Cunquero
Foto: periodistadigital.com
Hemos de seguir por mera
humanidad mirando al sur de la tierra. Pero mientras nuestros ojos escrutan cómo
allí la injusticia fija sus zarpas en los más endebles, aquí estamos más que obligados
a escuchar el grito de los sin nada, que expande cerca de nosotros el dolor de
la indigencia.
Los duros objetivos marcados por
Europa y que tan obedientemente respaldan Rajoy y sus ministros (expertos en titulitis y otros intelectuales
ornamentos) ceban el coto, donde una metástasis de miseria estrangula en los
más débiles la esperanza.
No hay que andar con rodeos, aquí
hay gente que pasa hambre, mientras el derroche que huele a finanzas podridas sigue
empachando, a través del choriceo más asqueroso, los veinte mil bolsillos de
siempre.
Unicef, denuncia (¡que escándalo!)
que en España hay dos millones y medio de niños viviendo por debajo del umbral
de la pobreza. Guarismo que, bajo los efectos de la crisis, seguirá creciendo, gracias
a esta indecente estratagema que salva bancos con nuestros impuestos, mientras
se resiente la protección que debe permanecer intocable para la población que,
por su edad o falta de autonomía, es más débil. Pero es hora de recortes
deshumanizados y de gélidas indumentarias ministeriales; hora de palmeros que deben
acompasar, en el tablao común de la radiante Europa, el cante jondo de la gran
diva alemana.
Mientras tanto, las reformas
olvidan que es, en la propia cueva del estado, donde se amontonan toneladas de
material inservible, y obsoletas maquinarias fabrican al por mayor el déficit como
churros, mientras boicotean (de momento) la más que previsible rebelión de los
pobres.
Cáritas y otras ONG se están convirtiendo
en la única vía de subsistencia para muchos españoles que forman parte de esa
calamitosa cifra que marca el hito escandaloso de miles de hogares donde ningún
adulto tiene trabajo.
Eso sí, el balance que ha hecho
el actual gobierno vislumbra, finalizando el primer año de su mandato, -fíjate
tú- que empiezan a crecen los brotes verdes, que en otro tiempo, nadie pudo
saber dónde dieron el fruto.
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca y en el de Zamora, 30.11.12
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