J. M. Ferreira Cunquero
El sonido de las campanas
penetraba por la chimenea como un puñal de inmenso dolor. Tocaban a muerte durante
horas, con un lenguaje que promovía escalofríos. Después, los terrones, secos
como piedras, arrancaban del ataúd el sordo sonido de la oquedad en la madera.
Peor que aquello, mucho peor, era subir al sobrao en la noche de difuntos, con aquellos candiles de aceite que
esbozaban sombras siniestras, figuras espantosas con ansias de abrazarnos.
A la lumbre de las jaras, brotaban
las asombrosas historias de siempre. Pura tradición verbal, que nos embutía el
terror en las entrañas. El ti Manuel las
refería con espíritu teatral, logrando que los rapaces palpásemos en aquel
anochecer el corazón del miedo.
En una noche de difuntos, mi
padre fue retado a entrar en el cementerio de Figueruela de Abajo a coger de
una cruz la rama de negrillo que para aquel menester había sido colocada sobre
ella.
Cada año, mi padre describía esta
historia anhelando recuperar la tradición que, en la noche de difuntos, en otra
época, vigorizaba el vínculo familiar que, desde los ancestros, emergía para
evocar épocas que guardaban un latido de verdad en sus leyendas.
Abigarradas nubes tupían la negrura
que cegaba de oscuridad el campo santo. Cuando mi padre asía de la cruz aquella
rama, sintió cómo se le paraba el pulso. El sudor le brotó helado del mismísimo
umbral del miedo. Fueron dos segundos -decía mi padre-, dos golpes de reloj sintiendo
una sacudida letal, irrepetible.
Al grito de mi padre, siguió el
alborozo de la mocedad festejando entre risas su chanza.
La perra de mi padre, compañera
de muchos vericuetos recorridos, fue introducida por los mozos en el cementerio.
Siguiendo el rastro del amo saltó repentinamente sobre su espalda, sin dar un
ladrido.
Lo que le sucediera a otros mozos
en ese anochecer de siniestra temeridad, sirvió para que mi padre, resarciera
con creces la broma sufrida. Como dice el cuento, las bromas duras con la
dureza de otras bromas en esta tierra se amortizan.
Publicado en el diario El Adelanto de Zamora y en el de Salamanca el 2.11.12
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