EL CAJÓN DE LOS RUIDOS
J. M. Ferreira Cunquero
Hace unos días coincidíamos en ese acto que reunió a tantas gentes de la poesía –cosa desconocida por estos lugares- posicionadas con claridad frente a la guerra. Guerra que nunca llegará a darse en el fondo porque se me antoja imposible calificar como tal a un breve entrenamiento sangriento que se amparará prepotentemente en la descomunal diferencia de fuerzas entre los contendientes. Eso, en castellano, amigo Quintín, tú lo sabes muy bien, se llama masacre, escarnio, desprecio de la vida humana bajo simuladas justificaciones que invocan miedos abstractos e ilusos terrores que ni pintados nacieron en mejor instante para justificar ahora inciertos futuros al gusto o la carta.
En esta tierra nuestra, abrupta, de tercos surcos y encinares viejos, de increíbles celajes que pintan al fondo de los paisajes tristeza, brotan en el tiempo repentinos ramalazos, vetas ocultas con aires caciquiles que ansían aún controlar como entonces la palabra y la vida .
Muchas veces ese personaje ilustre de la vida charra, amigo por siempre eterno de mis mejores horas que es D. Antonio Lucas Verdú, me despiezó con su punzante chispa en tres mil ejemplos de la reciente historia de esta ciudad y provincia, claras pruebas de que siguen vivos y reviviendo los bandos, el puñetazo traidor por la espalda y los listados siniestros, de donde tú, amigo Quintín, va a ser difícil que puedas borrar ya el nombre.
Por eso te he introducido en mi agenda, y he dispuesto que en la casa tu sombra tenga un lugar donde pueda expresarse sin miedo. Alguien que como tú no ha callado ante la lisonja o el ridículo halago de esa pobre troupe de mediocres políticos que estoicamente soporta desde siempre esta tierra, de entrada merece sin reservas mi admiración y respeto.
¿Qué podemos esperar de quienes no son capaces de percibir el trasfondo literario o la creación personal que bucea en el alma sin artilugios o boato oropel que arrodille su honor o la dignidad sin reservas?.
El verdadero trasfondo o el corazón de esta problemática no es otro que esta patología crónica que sufrimos, y que tiene imposible receta cuando no se asimila como un derecho natural del ser humano la libertad de expresar sentimientos sin trabas.
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