10.03.2024
Foto: jmfcunquero |
A todas las víctimas de la tragedia,
a sus familias
y a quienes se dejaron la vida dándose
desprendidamente
como voluntarios o en el ejercicio de su deber
público,
mi total reconocimiento.
Vaya por delante que los únicos
culpables de cualquier masacre terrorista, no pueden ser otros que quienes
aprietan el botón para destruir la vida de cualquier ser humano.
Pero el 11M, aquel 11 de marzo
inolvidable se nos clava a todos los españoles de bien, en el corazón de las
sensibilidades más incisivas cuando arañamos con verdad las paredes de la
memoria.
Lo lamentable es que, en esta
fecha recordatoria de la catástrofe, se me abre en forma de triste recuerdo, el
sentimiento de abandono que la clase política establece para poner sus intereses
por encima de los que pagamos los cohetes de todas las fiestas, incluido el
musical colofón de la verbena parroquial de fin de curso.
En aquel momento trágico, sentí que
estábamos a merced de beneficios ocultos que manejan a su antojo y conveniencia
quienes solo deberían existir para servirnos. Hoy percibo la misma sensación
cuando siento que no es fruto de mis pesadillas o sueños dalinianos, esa
amnistía dictada y programada por un delincuente, bajo la necesaria
colaboración de quienes necesitan una ridícula cantidad de votos para mantener
el momio. Da igual cualquier dictamen o sentimiento, frente a la maquinaria del
poder, cuando este puede dictar a su antojo decretos, leyes y resto de menudencias.
Puede venir de cine este 11M para
tapar con el recuerdo la opinión pública decepcionada con este gobierno. Sí,
aprovechar la trágica efeméride con programas televisivos bien diseñados para cubrir
la apreciación generalizada sobre los caprichos presidenciales, puede tapar de
momento, solo de momento el cocido, pero al final brotará por algún lado de la
cazuela, en forma de olor pestilente del repollo.
Pero cuando la bancada de
enfrente trata de justificar aquella nefasta actuación ante los criminales
hechos de Atocha, buscando amanerarnos el recuero, se te revienta el ánimo, la
decencia y hasta la febril evocación estornuda verdades claras y firmes sobre
los momentos posteriores del acto terrorista y criminal. Y vuelves a ver con
caras de auténticos gilipollas, cual charlatanes de feria a los ministros que
en aquellos días necesitaban preservar la silla, turbados al presentir que se
podía venir abajo, la que había sido más que previsible victoria electoral de
Rajoy y sus mariachis.
Aquella tarde, no necesité que
nadie pusiera al ministro del ramo de la cosa trágica un detector de mentiras
en los huevos. Me bastó verle el careto de trolas que vestía, para anunciar a
los cuatro vientos entre amistades y allegados, que ETA no tenía nada que ver
con aquel sainete que el PP seguramente bajo la dirección de Aznar estaba
interpretando.
Habría sobrado toda la campaña socialista
en aquellas elecciones, para llegar al poder. El partido principal de la
derecha española, le había servido en bandeja a un sorprendido Zapatero las
llaves de la Moncloa y el gran problema de salir con premura a cazar con lazo a
ministros, secretarios y asesores.
El precio de aquella mentira,
-creo que tienen razón algunos analistas- lo seguimos pagando actualmente, pues
la sociedad por aquellas fechas seguramente inició el primer tramo del
recorrido, que nos viene trayendo hacia los terrenos donde se instala el gran
circo del disparate y la confrontación social.
La metedura de pata de todo el PP
en aquel 11M y en los días posteriores, es histórica, real y comprobable, pero
que este PSOE trate de utilizar aquella gran mentira en estos momentos, cuando no
hay suficientes silos para guardar las trolas de un presidente enrocado en sus
recintos moncloinos, da pavor. Un presidente que ha establecido el
embuste como patrimonio de una izquierda irreconocible, que pagará facturas y
consecuencias cuando llegue la hora de la verdad en las urnas.
Menos más que nos quedan los cercanos
círculos izquierdosos que nos redimen cuando compartimos la palabra, tratando
de afianzar el criterio,de que no nos hace falta carnet ni consigna alguna,
para seguir pensando como tipos libres que no serán abducidos jamás por la
derecha, ni maniatados por una izquierda de salón, moqueta y coche oficial, que
abandonó el Sahara y a sus gentes para ocuparse de dictar leyes que mantengan
la mamandurria de su propia casta.
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