Estos izquierdistas de salón, que
se creen únicos, intocables y sobre todo portadores de la única verdad posible,
hacen llorar, más que de risa, de una especial tristeza, porque huelen a casta
y a todo lo que criticaba y despreciaba aquella hermosa movida del 15M que al
final sirvió para ser aprovechada por los más listos de la clase.
Ahora resulta que Alfonso Guerra,
por decir lo que razona su privilegiada mollera, es un facha de tomo y lomo y
como él todos los que pensamos y podemos rebatir con firmeza los ocurrentes enredos
de esta izquierda oficial sedienta en las altas jerarquías de mansión, poder,
moqueta y chófer.
Tirar de las hemerotecas para
cazar a un presidente mentiroso, sin escrúpulos para tapar sus trolas, con toda
la metralla indecente de cambios de opinión a la carta, es darte cuenta de que
su apostolado mesiánico ha calado en las huestes que siguen su estela, bajo la
premisa de creer ser dueños y señores de un pensamiento único que ansían expandir
a velocidades estratosféricas por todo el suelo patrio.
Así se fabrican las justificaciones
que defienden una amnistía que desparrama, como colgajos nauseabundos, su
recorrido por los indecentes senderos que han acomodado la ley solo para
defender las llaves del palacio que prestamos cada cuatro años al necesario inquilino
(en esto ni la menor duda) gracias a las urnas.
Cuando esta izquierda oficial ve
que el gentío que forma parte de la inmensa mayoría silenciosa no traga con el
apaño, empieza a expandirse el propagandeo cutre con la intención de reforzar
sus criterios, tratando de defender la nómina y el privilegio a base de vaselina
y un carrusel de humaredas que buscan distorsionar sus pobres patrañas.
Da asco pensar que alguien pueda
manejar el poder y la influencia de sus cinco votos separatistas para salvar su
pellejo de la trena, mientras rezuma su hedor a derecha rancia y a oculto delincuente
en el maletero de sus propias fantasías. Más asco da sentir cómo has sido engañado
en las urnas por quien creías que jamás se mearía en la Carta Magna como lo ha
hecho.
¿Dónde está el poder del pueblo,
cuando una decisión controvertida como la que nos ocupa, solo se somete a
votación ante los afines colegas del partido?
Cuando levantas la mano o la
palabra para expresarte en libertad, como lo hicimos en tiempos de Suarez, Calvo,
Felipe, Aznar, Zapatero o Mariano, aparecen en los púlpitos de la casta los
predicadores con la biblia de sus sandeces, tratando de introducirte en el saco
de los silencios con todo tipo de amenazantes patrañas.
El caso es que un tipo que está
huido manda, rige y maneja el guiñol sobre el escenario del teatrillo nacional,
haciendo su agosto gracias a un tipo que da lo que sea (aunque no sea suyo) por
no abandonar el gueto moncloíno.
La derechona nacionalista
catalana (esto jode, pero es la verdad) se ha hecho dueña del cotarro, pues,
como gran parásito vividor, ha podido adherirse a los blandos cataplines de un
¿doctor? llamado Sánchez.
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