Foto: jmfc 21-12-2023 |
Estas
fechas tan entrañables para el reencuentro, nos motivan a desearle a todo el
mundo salud y felicidad, adornándonos con palabras que pueden hacernos suponer
que todos somos repentinamente felices y buena gente. Sin embargo, estos días
no cambiarán realmente las cosas, pues el espíritu navideño, no es más que una diminuta
tregua que viene a endulzar cíclicamente de una forma ficticia nuestra moldeable
conducta. Puede pasar, incluso, que montemos un escandaloso follón en plena
cena, si a la cuñada respectiva le da por reiniciar la conversación en el punto
que terminara la del año precedente, cuando le pisamos el orgullo en aquella
bronca que nos aderezó el tintorro de buena vid.
Pese
a estas anécdotas que no van más allá del puro trámite en cada final de año, existe
otra Navidad profunda que suele helarnos la blandura del corazón por estas
fechas. Desgraciadamente sólo por estas fechas. Esa Navidad soporta ruidos de
sables en tenebrosos cuarteles donde al hombre le siegan la palabra o
perseguida la conciencia le trituran la poca dignidad que aún pueda quedarle. Navidad
en los mugrientos antros donde los jóvenes de cartón ansían inyecciones
urgentes de soledad y miseria. Navidad en las tierras donde ha clavado sus
aguijones injustamente la guerra para que infelices los niños se doctoren en más
odio. Navidad en las enmoquetadas oficinas donde empurados y decentes los dueños
del mundo, esbozarán los proyectos cual trampas que cercan y cazan si falta hiciera,
con el dolor del hombre, el beneficio ansiado. Navidad de solitarios viejos que
sin compaña alguna se nos mueren entre maletas repletas ya solo de recuerdos.
Navidad en las pateras que llegan limosneando a la costa la ficticia ilusión
del consumo. Navidad en los ajados rincones donde al hombre torturado le sellan
el grito o la hambruna resuelve sin corazón el final de la vida.
La
Navidad consigue por sí misma en certeros instantes, silencios únicos que acogen
el tañir de invisibles campanas que existen en los poblados que habita con
intensidad
La
Navidad horizontalmente alarga un eco interminable que pregona por todos los
confines el dolor de las madres que abrazan, a los hijos más fríos, que haya helado
jamás con su aliento
Son
estas, fechas que remarcan en su orla peculiar el olor de la ausencia y ese
condimento que podría sazonar nuestra razón, con la fuerza real que exigiera a
quienes ostentan el poder en nuestro nombre, que expandan y refuercen, el
compromiso de lucha contra cualquier signo miserable que establezca
Pero también la Navidad auspicia el calor familiar que nos reúne y nos abre las páginas de tantos avatares y vivencias, que la nostalgia nos muestra, mejor que nunca, en estos días, lo endebles que somos en las manos del tiempo.
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca el 12.12.2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario