SALA DE LA PALABRA
SALAMANCA, 17/06/2011
A José Frank Rosario lo conozco de toda la vida. Tengo la impresión de que hemos caminado juntos, en las paralelas de nuestras circunstancias, desde hace más de treinta años. Por avatares del destino, ahora es pertenencia necesaria, desde la desnudez poética que me lo ha mostrado como un humanista, que se inmiscuye en las rupturas de los protocolos y las servidumbres que esclavizan al hombre.
Frank nos enseña a mirar el interior resplandeciente del ser humano con una voz, su voz, embutida en las entrañas, con la única pretensión de mostrarnos con nobleza su verdad.
Su elocuente sensibilidad tiene transparencias reforzadas en el vigor altruista e ilustrado, que alimenta el contrapunto de la poética silenciosa de los grandes maestros. Poética silenciosa, porque huye de las recepciones oficialistas, donde tantas veces se insinúan los destructores de la metáfora libertaria, que da vida a quienes gozan del privilegio que alimenta la fuga de la normalidad postiza que nos rodea.
Frank nace en Moca, República Dominicana, en el año 1948. Además de ser poeta, es narrador, educador y ensayista. Se formó en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y en la Orden de los Carmelitas Descalzos. Es miembro fundador del Ateneo Insular y signatario del Movimiento Interiorista. Fue profesor del Seminario de la PUCMM y director del Seminario de los Carmelitas de Villa Mella.
Ha ejercido como profesor de secundaria en Moca, donde además hizo vida cultural orientando los círculos literarios, que fueron fundamentales para que emergiese la promoción literaria de los años setenta. Ha sido profesor de secundaria en New Jersey y ejerció el sacerdocio durante varios años. Actualmente reside en Bélgica.
En el año 2008, la Secretaría de Estado de Cultura de la República Dominicana, muy acertadamente, publica Entre el polvo y la ceniza, título bajo el que se cobijan algunos de sus poemarios.
He de dejar constancia, por ser una referencia inusual en la poesía, de que la segunda edición de la obra mencionada, sigue atrayendo nuevos lectores, que a su vez propagan el interés que suscita Frank Rosario en quienes dan con las claves de su lucidez poética.
Entre el polvo y la ceniza es un regalo de íntimas pertenencias y anhelantes vestigios, que nos acercan al cosmos del interior que mora el poeta desde siempre, como transeúnte de tiempos marcados por la observación y el desasosiego. En el fondo, José Frank Rosario complementa su pulcro sentido de la estética del sentimiento, con una pasión innata hacia la indagación emocional, que nos incumbe cuando descubrimos que todos nosotros somos parte fundamental de su obra.
Este poemario marca la trayectoria creativa del poeta, que busca de forma intachable los horizontes imperecederos de la palabra. Palabra que indaga sin descanso en el alma de Frank, escudriñando los ámbitos de la trascendencia, vinculándose a esa revolución permanente de la utopía, que nos ayuda a seguir conquistando con ilusión más aliento. Más aliento para revelarnos ante los recintos y las dobleces que nos comprimen acentuando nuestra fragilidad mundana.
Su poesía es un pasaporte espiritual hacia las constelaciones de la intimidad, donde bullen las vivencias, entendidas como ceremonias adjuntas a todo lo que somos. Frank pertenece a la palabra y ante ella podemos reconocerlo felizmente habitado.
Puedo decirles que su libro ocupa un lugar preferente entre mis libros, refugio cercano que me obliga a reencontrarme, por auténtica necesidad, con los versos que raspan la conciencia. Porque el poema, cuando nace desde el néctar emocional del ser humano, logra estremecernos el pulso, que, acomodado, nos embebe en intrascendentes proyectos, que nos anexan a esta paranoia de los cambios incontrolables, que tantas veces intentan despeñarnos en el vacío.
La poesía de Frank nos induce a que inquiramos en sus coordenadas nuevos apuntes emocionales que nos citen, en épocas posteriores, con ella. Y es que Frank Rosario nos implica en la lectura reflexiva, que traspasa la propia belleza del lenguaje. Su desnudez limpia, nos permite asomarnos a la intranquilidad vitalista que emerge como fundamento incuestionable en el creador, en el hombre que vive para existir desbrozando los interrogantes que conforman el pálpito esencial de la vida. Frank, lo vais a comprobar esta tarde, es un superviviente del caos que nos abruma, si al pronto, simplemente observamos el mercadeo social en el que nos movemos.
Pero puedo decir algo más importante de él, con conocimiento de causa, que es una persona especialmente entrañable, que vive con verdad en los entornos que paralizan el inmenso bodegón de las horas, para que nunca el tiempo pueda tasar el valor de un verso.
Releyendo su poema La noche, Dios, los astros, Frank, con toda la distancia del océano por medio, me introduce misteriosamente en el espectacular cuadro que nuestro Andrés Alén dedica a La noche oscura de San Juan de la Cruz. Es un poema desgarrador, por su autenticidad, emocionante por la sinceridad de su entrega a la palabra, desde el dolor perpetuo, que logra ahondar sus matices en nuestra vivencia como lectores:
Leo un pequeño fragmento:
Ven . Ven, Dios mío,
alquitrán de mi vigilia.
No des tregua. Dique interpón
a los mares de tu ausencia, que arde, que quema.
Ven, o llámame. Hazme lugar en la ceniza
de los mil abismos de tu nombre.
He de finalizar mis palabras agradeciendo a José Frank Rosario que haya accedido a estar aquí con nosotros.
Esta ciudad, donde las humanidades fueron el embrión de la cultura, que une las tierras a través del idioma prodigioso que alimenta nuestra poesía, esta Salamanca espectacular para el encuentro, hoy te abre -amigo Frank- su alma, para que sientas el complaciente y misterioso abrazo que la eternidad de sus piedras han sabido dar siempre a los poetas que visten, con humilde presteza, como tú, el sabor de su verdad.
J. M. Ferreira Cunquero
Gracias Jose Manuel por organizar actos como este, de artistas serios y competentes, que en Salamanca cada vez más se da alza a la mediocridad. A ver cuando algún talentoso organiza un acto en el que el protagonista seas tu y tu obra, genio, que eres un fenómeno de la palabra, escrita y hablada.
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