J. M. Ferreira Cunquero
Hay que empezar a hablar claro. A levantar la voz aunque se nos revuelvan las tripas por ser miembros de una religión que apesta. La cruz es una marca que hay que borrar de las entrañas de quienes tienen la osadía de proclamar una extraña pertenencia al milenario cobijo de su sombra.
Mientras los cristianos están siendo perseguidos como ratas en decenas de países del mundo, aquí el silencio huele a putrefacta confabulación con la exótica luminiscencia de ZP: personaje perdido en el país de las fantasías interestelares, donde se entrega por el bien del globo terráqueo a la gilipollez de su ridícula alianza de civilizaciones. Está claro que la violencia es tasada por alguna clase política con distinto rasero. Cosa demostrable cuando aparece el cristianismo como problema. Entonces despierta del letargo el hipócrita dislate político cañí que vive succionando en un sempiterno colocón inolvidables rencores del pasado nacionalcatolicismo.
¿A quién le importa esta masacre a la libertad que sufren miles de familias cristianas indefensas en muchos lugares del mundo? Esta pregunta es grotesca, cuando los caudillos del terror programado, abrillantan su poder en la incongruente parsimonia de tanto político occidental que se camufla el hocico en nuestro nombre con su silencio.
Es más que repugnante, nauseabundo, que la ministra española, Trinidad Jiménez se posicione en contra del comunicado del Consejo de Ministros de Exteriores que trataba de condenar la violencia esgrimida contra mis hermanos cristianos en diversos lugares del mundo. Y digo míos, con la misma intensidad que lo fueron aquellos a los que apoyé, y seguiré apoyando junto a Amnistía Internacional cuando sufran cualquier vejación, sin tener nunca en cuenta su vínculo político o religioso.
Esta mísera decisión de la ministra, como enésima bajada de calzones político-reversibles, aumenta el pestilente olor a mierda. Una mierda que nos pone en guardia a quienes no mecemos ninguna cuna política, contra quienes, estando a nuestro servicio, se mofan de nosotros en nuestro morro.
Aunque no compartamos muchos cristianos ciertos posicionamientos religiosos, rayados por el radicalismo de la derechona más troglodita, no podemos ni debemos callarnos ante esta maquinaria insensible, que en manos de tanto incompetente derriba pilares, cimientos y, lo que es peor, raíces que entroncan con nuestro pasado como pueblo acreedor de una rica y variada cultura. Sí, ya sabemos que la inquisición fue una locura, que Franco entraba bajo palio en las catedrales y que hubo y hay religiosos encausados por abuso de menores…¿Pero acaso esto puede menoscabar a la iglesia católica que vive para entregarse a los necesitados en multitud de países de toda la tierra?
Hace demasiado ruido el silencio de los cristianos que militan en el PSOE ante esta fechoría ministerial. Una cosa es estar contra Rouco, por poner un ejemplo, y otra callarse ante los asesinatos de los creyentes que conforman una de las más importantes diásporas de nuestro tiempo.
No sé dónde se han perdido las voces que claman, ya lo vemos, solamente contra la injusticia hogareña de los suyos.
La realidad es que doña Trinidad ha vuelto a darle pomada, en nombre del gobierno, a quienes pueden jodernos la siesta desde un radicalismo religioso que suele dar miedo y pavor frente a los cristianos que en soledad, silenciosamente, son masacrados.
Esta dejadez sospechosa que calla frente a la expansión violenta de contenido religioso, fomenta, no hemos de dudarlo, opiniones como la que sobre este asunto escribe un españolito descerebrado en Internet: ¿Los cristianos? Por mí como si los cuelgan como a pollos despellejados.
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 16.02.11
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Nota.- En el siguiente espacio se aporta vídeo y párrafos de prensa escrita sobre este tremendo drama sufrido por millones de cristianos en todo el mundo.
esta muy bien esta pagina
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