J. M. Ferreira Cunquero
Subir al campanario de Figueruela y leer la inscripción que
tienen sus campanas, vuelve a erizarme en la memoria del alma, pertenencias y
ataduras.
Iglesia de Figueruela de Abajo |
Con mucho más orgullo todavía afilo y enciendo la emoción,
cuando en Figueruela me recuerdan, que pocos como mi padre, consiguieron
repicar con el estilo profundo de Aliste, esas campanas que ayer, de nuevo me
hablaron.
Toda la tristeza que el cementerio me ahonda cuando visito
los lugares donde descansan mis seres queridos, esta vez, lo ha paliado, parece mentira, un festejo único y peculiar del que tanto me habían
hablado.
Despertar de repente en la calle más reconocida de mi niñez,
entre
un gentío juvenil, fue como un sueño del que solo pude despertar en la gloria, al oír gaitas afinando en el corazón, resonancias puras que inhalan remembranzas, con ahínco en los adentros.
un gentío juvenil, fue como un sueño del que solo pude despertar en la gloria, al oír gaitas afinando en el corazón, resonancias puras que inhalan remembranzas, con ahínco en los adentros.
Reconocer después de tantos años los rostros de aquellos
rapaces, peinando canas, ha sido más que emocionante, necesario para seguir
tirando.
Benilde, mi tía, como una moza vistiendo con destreza años, entre sombras me mostró los rasgos
imperecederos de mi querido padre.
Volver al encuentro con los cunquerones, sintiendo el dolor de mi inolvidable primo Ricardo tañendo en la ausencia…volver a
ese abrazo que me recobra cuanto tengo, al lado de la jovial Esperanza, que
viste como entonces, sonrisa de rapaza observadora y trasparente… volver al
todo, desde la esencia más sencilla, que solo Aliste sabe mostrar en los
vientos que curten su rostro de madre.
Pero sobre todo, este viaje relámpago de escasas horas, me
ha dejado ver que Figueruela, la de Abajo, ha renovado el pulso de la vida gracias
a la feliz idea de convocar a los mozos de este tiempo en sus calles. En ellos
he percibido con desbordante verdad, que la tierra alistana sigue fecundando lo
que con tanto amor desprende: la atadura a la raíz que con voz oculta musita,
la necesidad del nuevo encuentro.
La fiesta agosteña recobra aquella solidaridad que en
los concejos ataba a la gente a unos intereses comunes, que expandían en
Figueruela, como se diría ahora, un buen rollo entre vecinos.
Solo
me falta añadir que esa juventud, que sin duda se alza
ya como un tesoro, debe más allá de esta fiesta, atizar el compromiso de
luchar por los héroes que siguen poblando durante la invernada
Figueruela. Esta mocedad tiene el reto de poner firme a la cascarria
política, que desprecia
con sus deplorables actuaciones, a quienes mantienen viva la llama rural
en
Aliste.
Si uno de los nuestros sufre carencias médicas, de
comunicación o de cualquier otro tipo, debe resonar como un reclamo, en quienes en la distancia
somos parte del terruño.
La mirada, saliendo de Figueruela, como siempre busca en
aquellos recodos, la sombra de mi madre cuidando entre nubes ovejas, mientras
me prometo que he de planificar, cuanto antes, otra vez, de nuevo, el regreso…
Nota.- Añado un recuerdo muy especial para Manuel A. Sanabria, que mañana presenta en Figueruela de Abajo, su novela Yoshua- Un muchacho de Nazaret.
Nota.- Añado un recuerdo muy especial para Manuel A. Sanabria, que mañana presenta en Figueruela de Abajo, su novela Yoshua- Un muchacho de Nazaret.
En la distancia estaré con cuantos os reunáis, a su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario