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Publicado en : http://www.pasionensalamanca.com/2016/11/lamusicanuestraes.html
Banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja que dirigió Teófilo Rodríguez | Fotografía: José Fernando Santos Barrueco |
No podemos permitirnos el lujo de mantener en el desvanecimiento del olvido los pasajes y vivencias que se merecen, por lo que simbolizan, brotar de la memoria del tiempo para no olvidar de dónde venimos.
Quizás sea esta la razón por la que reaparece, bajo la inmensa luz del recuerdo, un personaje como Teófilo Rodríguez Rodríguez, más conocido por el sobrenombre de Retra. Tan cariñoso apodo le fue asignado por aquello de ser uno de los mejores retratistas de la Salamanca de los años sesenta. De este ilustre vecino del barrio de la Vega, muchos guardamos como un tesoro la firma de su mirada fotográfica, como algo que va unido al imperecedero espíritu familiar de las instantáneas, que bajo su mano congelaron aquella época del pan pringao en aceite y la leche en polvo.
Todo un personaje para vestir, con el néctar de la verdad, añoranzas y experiencias de una época increíblemente catastrófica para aquella agonizante Semana Santa que no sabía cómo salir del profundo pozo de sus penurias.
Cómo no recordar al bueno de don Teófilo dirigiendo la banda de trompetas y tambores de la Cruz Roja, con aquella regia compostura, que infundía cierto respeto militar al ir marcialmente ungido por aquel uniforme que él vestía con tanto orgullo. Tal empaque de seriedad era asumido y reflejado en aquellos músicos, que bajo sus órdenes dejaron un sello de esforzada entrega durante muchos años en la Pasión salmantina. La Banda de la Cruz Roja debe ser recordada como uno de los magníficos ejemplos que fueron decisivos en aquella travesía por los desiertos de la indolencia, que fue preciso trasponer para llegar a este momento histórico que podría ser considerado (si olvidamos algunos matices) como uno los mejores y más fructíferos de la Semana Santa salmantina.
Produce cierta ternura y un extraño sin sabor pensar que hemos ido quemando los años sin rendirle a don Teófilo el más que merecido homenaje, por su incansable labor en beneficio de una Semana Santa, que él de forma incansable acompañó durante muchos años junto a sus pacientes y esforzados compañeros de la Banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja.
Me pregunto cómo aquel hombre y sus altruistas acompañantes podían soportan el pesado sacrificio de escoltar prácticamente a la totalidad de las procesiones salmantinas, sin un mal gesto que nos hiciese ver su cansancio. Un sacrificio que, como dejé plasmado en mi pregón de la Semana Santa, comenzaba en las noches heladas de enero, con los primeros ensayos que tenían lugar en las zonas aledañas al Puente Romano. Aquel rito invernal fue el germen semanasantero para la muchachada que al otro lado del río jugaba emulando a Damián o a Juan Salvador a amasar con el barro seguramente las primeras ilusiones procesionales.
Desconozco si el ejemplo de Teófilo ha tenido que ver algo en este espectacular rumbo que han tomado desde hace unos años las bandas de música salmantinas. Escapándoseme tan complicado análisis, no me es difícil suponer que aquel hombre carismático y desprendido, por ser buena gente, estará gozando en las latitudes del otro lado de las horas, al escuchar a los músicos que en este tiempo forman parte de ese digno fenómeno pasional que debe ser tenido muy en cuenta, a la hora de valorar el aspecto musical en nuestra Semana Santa, como uno de los grandes acontecimientos evolutivos, que debe hacernos sentir a todos orgullosos.
Sería impensable, en aquellos años del esforzado don Teófilo, pensar que algún día nuestras agrupaciones musicales serían reclamadas más allá de las fronteras provinciales. Y ahí están dejando claro, cada año, que su esfuerzo las ha ido convirtiendo en algo inseparable de nuestras procesiones.
Con cierta ironía miro a aquellos años en los que, por ejemplo, Valladolid me amasaba la envidia al ver sus bandas acompañando las grandiosas imágenes que recorrían durante los días santos la ciudad del Pisuerga. Sin embargo, hoy miro estas calles donde la ensoñación pasional acoge los ecos de las bandas de música que aquí -fíjate tú- han conseguido ser reconocidas como una de las grandes conquistas de nuestro tiempo para esta Semana Santa que tanto queremos.
Por esto, seguro que en el anochecer pasional salmanticense volveré a encontrarme con don Teófilo, mezclado por la Rúa entre el gentío, mientras suena Pasión en Salamanca. Después la niebla de las ilusiones perdidas volverá a recuperarlo por las calles del barrio de la Vega, con la máquina de fotos sobre el hombro, como antaño, mientras vuelven los olores a esquina, tertulia, patio y yerbabuena…
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