1 de julio de 2016

UN PROYECTO PARA EL HOMBRE




J. M. Ferreira Cunquero *
           
            Los datos sobre el consumo de droga nos desvelan fríamente que esta sociedad del primero de los mundos soporta unas fisuras que retratan fidedignamente su pastosa hipocresía. Saber que el consumo del polvo blanco asesino cada vez clava con más insistencia su poder demoledor en la juventud de este tiempo es para empezar a plantearse, con profunda seriedad, otras formas de rechazo más creativas que combatan esas estructuras organizadas que distribuyen y alientan el deseo irresistible de caer en ese pozo, donde la personalidad del ser humano se destruye, hasta tal punto, que a veces sólo queda como solución olvidarse del problema, abandonando a su suerte a quienes han caído en la poderosa tela de araña.
            No podemos estar tranquilos sabiendo que la cocaína empieza a ser consumida por chavales de quince años que, sumidos en las primeras  trampas excitadoras de este estupefaciente, acaban regalando la vida por esos instantes que enredan la ficticia necesidad de dar salida a problemáticas sociales que hemos ido creado entre todos.
            Algo más debe hacerse para impedir que los cimientos de la colectividad sufran de forma tan fácil las embestidas de las tramas internacionales, que mueven miles de millones de euros a costa de la salud y la vida del hombre.
            La droga de este tiempo ya no marca necesariamente el aspecto ni la apariencia física de los consumidores. Esto hace más difícil detectar el problema, impidiendo ponernos en guardia cuando comienza el plan invasor a destrozarnos la convivencia con ese ser querido, que ha sido cercado por la blancura traidora.    Cuando los hilos invisibles de la droga entumecen la afectividad y ese ligazón necesario para crecer al lado de la familia, se genera la autodestrucción del individuo como persona, surgiendo una inevitable impotencia al no ser capaces de resolver la dura situación, taponados quizás por ese falso supuesto que nos hacía suponer que la droga sólo causa problemas en otros lugares y a otra gente que nada tiene que ver con nosotros.
            Por esto es imprescindible reconocer y publicitar la extraordinaria labor que desde hace más de veinte años viene desarrollando en nuestro país Proyecto Hombre. Su demostrada eficacia y sobre todo su alentadora invitación a recoger con el abrazo sincero a quienes han sido conquistados por la homicida enredadera mortal, es para plantearnos seriamente que hemos de hacer todo lo posible para animar al menos a que no decaiga la encomiable labor humana de este colectivo altruista.
Manuel Muiños- alma de P.H. Salamanca
            De la mano del presidente de Proyecto Hombre en Salamanca, Manuel Muiños, he visitado el centro que, desde hace cerca de dos años, es punto de referencia en la ciudad del Tormes cuando hablamos de esta difícil y a veces incomprendida problemática.
            Es interesante conocer cómo Proyecto Hombre desarrolla sus actividades, bajo la supervisión constante de los terapeutas que se han especializado, más allá de los títulos académicos, en la realidad de la enseñanza que nace de la experiencia de la organización y a través del contacto y la convivencia cercana y constante con los enfermos, que se acercan a Proyecto Hombre buscando su tabla de salvación para salir de ese inmenso océano de tinieblas donde han sido sumidos.
            Es impresionante apreciar en los chavales a primera vista el brillo de la esperanza en sus ojos, entregados a buscar algo más que la comprensión de quienes llegamos allí por casualidad o a conciencia. El lugar y sus condicionantes pueden ser la respuesta que debe darse al problema, cuando éste ha inyectado su intransigente poderío. Por ello es mucho más que hermoso escuchar en un sacerdote como Manuel Muiños que la eucaristía es el motor fundamental que fortalece su pulso sin temblor a la hora de enfrentarse con sinceridad a esta complicada tarea. Hemos de considerar aún más el mérito en este joven cura, cuando Proyecto Hombre es una organización aconfesional, donde lo importante no es el hecho religioso, sino el compromiso de ayudar a crecer como personas a quienes necesitan el preciso empujón para volver a morder la vida con entusiasmo.
El éxito de Proyecto Hombre en cuanto a resultados se consolida en su metódica organización. Cual si fuera un reloj colectivo, internos y terapeutas marcan los ritmos de la convivencia que busca, desde la terapia de grupo y la autoayuda sin contemplaciones, que entre los habitantes del espacio solidario, en igualdad de condiciones y siempre bajo el respeto de las normas que regulan toda la actividad, se fomente con claridad el deseo de reinserción en esta hipócrita sociedad, que sigue mirándose el ombligo mientras es atacada con la virulencia silenciosa por quienes sólo pueden vivir respirando el aire asqueroso del dinero.
            Otra de las sensaciones más intensas que uno obtiene, al conocer Proyecto Hombre, es que sus cimientos se fortalecen en lo práctico desde una ilusión colectiva, que va remendando las imperiosas necesidades que la organización sufre por alzar su frente con la verdad de una seria obligación, que desafía altruistamente lo que las instituciones son incapaces de realizar y conseguir aunque ostenten la obligación moral de dar respuesta a este desgraciado avance del consumo de droga en nuestro país.
            Aunque las ayudas empiecen a llegar a Proyecto Hombre, conseguir más de cuarenta millones de las socorridas pesetas (para entendernos) cada año, es para pensar que la magia de esta gente comprometida es la que solventa lo que se me antoja que debería estar solucionado definitivamente, a priori por quienes tienen la responsabilidad de salvaguardarnos el derecho a la la vida. Por ello amigo lector, es imprescindible que, si este tema lacera las paredes de tu sensibilidad, busques el encuentro con esta organización que precisa, no lo dudes, cualquier tipo de ayuda. No podemos permitir que algo tan especialmente necesario para esta sociedad pueda derrumbarse porque estemos en fuera de juego mirando para otro lado.
Lo grandioso es que cuando Manuel Muiños, como máximo responsable de Proyecto Hombre en Salamanca, se refiere al tema económico, él se escapa hacia los paisajes de los anhelos, haciéndome saber que cada día un voluntario llega desde la calle para dormir junto a los internos en ese afán por conseguir que los chicos no pierdan el contacto con la sociedad, que sigue con todos los defectos y virtudes esperándoles fuera. Muiños le da importancia a los cerca de ciento setenta residentes que han pasado, a lo largo de este tiempo, por Proyecto Hombre en la ciudad charra. Sus ojos de incombustible cura se iluminan con más fuerza cuando rememora los éxitos de quienes lograron vestir de nuevo la dignidad para enfrentarse con ilusión remozada al futuro.
            Es importante que todos sepamos que Proyecto Hombre tiene las puertas abiertas a cualquier ser humano que necesite comprensión y ayuda para resolver su adición u otros tipos de marginaciones o desventajas sociales, que mermen su derecho a ser hombre en igualdad de condiciones con sus semejantes.
            Cuando me despido de Manuel Muiños, haciéndole ver mi reconocimiento a todo lo que hacen, en la modélica institución que él preside, contra la droga, me doy cuenta que está lejos ya de mis palabras. En el calmo jardín que circunda el amplio edificio, dos chavales con la mirada perdida en la ausencia han llegado reclamando su ayuda.
            Camino de la ciudad me conquista la extraña sensación de haber tocado con los dedos del alma la pulpa especial de un atardecer para siempre inolvidable.

Publicado en el diario El Mundo de Castilla y León en el año 2005

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