4 de noviembre de 2014

LA IGLESIA NUEVA DEL ARRABAL







J. M. Ferreira Cunquero

           

a vida nos va adecuando a esta metamorfosis imparable que nos deja ver al pronto, en el precipicio de los tiempos, los años que han pasado sin apenas darnos cuenta.
Noto este frío de la edad, que suele abrir con sumo esmero imborrables las breves páginas de la memoria, cuando paso cerca de la iglesia nueva del Arrabal del Puente. Nueva porque allí inauguramos la que, para los niños de aquel entonces, fue tercera catedral de Salamanca, pues la ilusión nos hacía ver que, al menos en altura, nuestra iglesia era incomparable.

Recordando ese tiempo magnífico en que por aquellos entornos brotaba como algo natural la convivencia, surgen aromas de un pan reciente, inigualable, que emanaban de la añeja panadería arrabalera, y los golpes del herrero sobre el yunque surcan nostálgicas añadas como imperecederos sonidos, que retornan caprichosamente del corazón del tiempo.

Donde hoy se ubica el Parador de Turismo, aún pego mis labios en los fríos cristales de la vieja escuela con aspecto de barracón tercermundista. Pero en aquellos alrededores, nuestras horas tuvieron el contagio de la vida y, con maestros ejemplares, aprendimos a llegar a estos años con decencia.

Somos aquellos niños que, por el Tormes o el Zurguén, dejamos suavemente prendida nuestra sombra tras el rumor de muchas tardes, que aún humean ese incienso, que trata de vedarnos con nostalgia los oscuros años del pan “pringao” en aceite y los indestructibles grumos de la intragable leche en polvo.

Cuando se mencione la iglesia del Arrabal debe ser uno de los protagonistas principales aquel entusiasta sacerdote, que vino a relevar al viejo párroco, don Ramón, en un momento que era necesario revitalizar las actividades propias de una parroquia que aunaba a las buenas gentes de los barrios del Arrabal, el Teso de la Feria y la Vega. Don Rafael Sánchez Pascual, cura apasionado, realizó con afán indestructible una obra pastoral que muchos reconocemos y respetamos como algo incomparable. Don Rafa se dejó la piel y su entusiasmo entre otras cosas, en la vieja iglesia del Arrabal donde logró, después de una gran reforma, con escenario teatral incluido, transformarla en lugar de cita para decenas de jóvenes que se unieron en un proyecto cultural religioso encomiable, a través del Centro Juvenil Nuevos Amigos. Todo bajo la tutela de aquellos infatigables teólogos salesianos, que animaban una gran cadena de agrupaciones juveniles que se distribuían por muchas de las parroquias de nuestra ciudad. Don Rafael, con ingenio, perseverancia y decisión pudo reconvertir aquella iglesia abandonada en un espacio afable donde muchos aprendimos a crecer como personas. Luego la corrosión que infringe el tiempo, cuando logra percatarse de que el hombre se ha dormido en el etéreo abrazo de su propia inercia, fue lentamente derrumbando aquella obra que ahora -a Dios gracias- vuelve a ser recuperada.

 La iglesia nueva del Arrabal, abarrotada de feligreses entonces, se fue deteriorando también por ese abandono que surge de la mutación sufrida por esta sociedad que ampara con férreo empecinamiento el laicismo como moda.

La iglesia nueva del Arrabal aislada en aquel galimatías de rotondas asfaltadas, sin su gente, después fue enfermando de soledad, hasta rendirse. Pero cuando gocemos nuevamente de emoción al contemplar el gran fresco de Genaro de No, será fácil abrir ese espacio íntimo de la memoria que guarda, rememorando nuestra infancia y juventud, entre aquellas paredes que nos dieron el cristiano sabor, una esperanza infalible…
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca, 07-12-06

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