9 de marzo de 2013

UNA DE LOBOS (I)






J. M. Ferreira Cunquero
                                                                Foto: Pequelandia.com

Regresaba mi padre de la estación de San Pedro de las Herrerías. Una niebla cerrada repentinamente lo dejó desorientado en plena Sierra de la Culebra. No podía hacer otra cosa que liar un cigarro y dejar que el burro siguiese su paso calmoso. Decía mi padre que los asnos no merecían ser llamados de tal forma, pues ostentan más listezas que muchos humanos en algunos momentos.

La tranquilidad del monte se rompió cuando mi padre pudo presentir, por el comportamiento extraño del animal, que los lobos merodeaban barruntando comida. No tardó en percatarse de que la manada buscaba espantar al burro para dar buena cuenta de él. Por esto rispió hasta terminar todas las cerillas, agarrando con fuerza la cadena que sujetaba al animal, tratando de evitar no ser descabalgado por alguna espantada repentina. Atizándole en las orejas, lo desbocó por aquella negra y cegadora bruma, que se clavaba en la noche como una saeta de temblores y miedo. El asustado animal chapoteó el agua de los regatos al trote; las negrilleras y los matojos salpicaban la escarcha heladora mientras el gruñir aterrador de los lobos multiplicaba el terror en los ecos serranos. La carrera por la densa oscuridad de los ámbitos nocturnos, se hizo interminable. La preocupación del jinete, era averiguar dónde podría tener fin aquel recorrido, cuando mediaban muchas horas para la llegada del alba.

De repente, el animal rebuznó amainando el paso. Mi padre con sumo regocijo cayó en la cuenta de que estaban entrando en las calles de Figueruela de Arriba.

Mi abuelo (carabinero de fronteras) cogió el fusil del nueve largo, saliendo en busca de la manada, que para entonces ya se había perdido en la inmensa bruma de un mes de febrero del año cuarenta y cinco. Y es que matar un lobo obligaba a todas las familias del pueblo, según sus posibilidades, a un compromiso moral antiquísimo de agradecer con una aportación en especie a quienes habían sido capaces de librarles de tan odiada alimaña.

A un tío mío una vez…

 Publicado en El Adelanto de Zamora y en el de Salamanca 08.03.13


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