Foto: www.leonoticias.com
En plena euforia poselectoral, Rajoy y
sus colegas prometían, llenos de gozo, que atajar la crisis, por su
experiencia, sería pura bagatela. Como garantía de tal afirmación recordaban
los tiempos de Aznar, cuando el número de parados bajó de forma indiscutible.
Siendo esto verdad, no es menos cierto que la inmensa burbuja inmobiliaria se
coló, por aquel entonces, como un pelotazo, que todavía sigue dando botes por
ahí como una cosa tonta. Y es que, bajo ese oscuro poderío del trapicheo,
aparece la barahúnda de oportunistas que, amparados en el silencio de los
cómplices necesarios del atraco permanente que sufrimos, logran una y otra vez
escabullirse de la atontada justicia que soportamos. No importa cargarse el
sistema; cualquier cosa antes que bajarse de la burra que relincha de
satisfacción sobre las moquetas del poder.
Cuando, por el inmenso chamizo de la
partidocracia española circula el hedor de sus cloacas avisando y los
responsables, en vez de llamar al fontanero, se ponen mascarillas, no falla,
mierda y atranque.
Mal pinta esto, si el apaño que se
presume evita el castigo de los culpables. La barcenitis, junto a la
gurtelería, la urdangarinada, el guinde andaluz a los parados,
con todos los mamones de la política y adheridos, se nos han pegado como
voraces garrapatas al trasero, de tal forma, que es precisa una dura cirugía.
Aunque solo sea por el colesterol que
padecemos, hay que meter a los chorizos en la trena, hasta que devuelvan la
cebada que afanaron del granero común de esta España, que huele como nunca a
pocho.
En otro tiempo ver la declaración de la
renta de los políticos habría sido extraordinario. Ahora, ese intento de trasparencia,
llega tarde, pues en la mollera se nos
ha metido la enrabiada suposición de que el dinero b, no suele figurar en
ninguna parte como valor añadido al cargo.
Ya digo, huele tanto a cloaca, que es
muy complicado detectar la frescura del aire primaveral que se me antoja
necesario para suprimir el constipado chacinero que nos asedia.
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