17 de octubre de 2009

OBEDIENTES CACHORROS


J. M. Ferreira Cunquero

Suelen ser militantes de las juveniles huestes de los partidos políticos, quienes optan al fichaje por la liga profesional, donde los escaños, a precio de oro, se reservan en exclusiva, para los elegidos.
Esta es una de las problemáticas más dolorosas, que matizan nuestro sistema democrático con ese acento de contradicción permanente. La política española ubica a estos domésticos discípulos, no por su idoneidad, sino por ese talante vinculado a la obediencia, que los convierte en cachorros con excelente futuro. Después sólo basta situarse en el lugar apropiado del escrupuloso acatamiento, que tanto complace al preboste del partido pertinente, para chupar del biberón. De esta guisa hemos conocido a personajes de la buena estrella que, por el simple hecho de haberse ilustrado en lamer el dobladillo de los bermudas del amo, peinan la melena intocable del poder. Vamos…, que han hecho carrera pese a ser unos simplones chicos del “sí señor” y “el mande usted”.
Esto no tendría mucho valor, tal como nos tienen montado el chigre político embaucador de estos tiempos, si no fuera porque algunos de estos políticos de la fortuna momial, con cierta cara dura, encima sacan pecho por ignorancia, dejándose ver ese perfil formativo, por el que no obtendrían plaza ni en un hotel de media estrella como botones.
Es gente que destaca tanto en sumisión que, por bien mandaos, ostentan la gracia de haber aprendido a estacionarse en el epicentro medular, donde se produce la milagrosa aparición del padrinaje. Rascar bola, cultivando el sobeteo gremial a los indiscutibles, jaleando sus ocurrencias, es otro condimento que sazona la chanfaina promocional de estos recomendadísimos candidatos. Un arroz que, por repetido, ya se nos antoja como parte esencial de esta democracia, que pide a voces, en algunos temas, de una puñetera vez, el cambio.
La mala leche, a poco que recapitule, se me pone a hervir en la cazuela del recuerdo, si recobro la imagen de alguno de estos agraciados con el chollo poltronero, que amamantan esas listas herméticas, que no permiten -¡tiene narices la cosa!- a los que elegimos, de ningún modo, sacarle punta. Así nos colaron algún rapaz incompetente, que no pudo, por más servil que fue su pobre destreza, aguantar el chaparrón de un par de temporadas. Pero era tan buen chico, tan disciplinado su carácter, que para qué tener en cuenta sus escasas luces formativas. Vamos…, un filón para acometer empresas de más envergadura, en estos tiempos en que lo mediocre viene bien para que subsistan los inexpugnables reinados de los listos.
A estos afortunados mozalbetes, sin actividad económica conocida, se lo montan de tal manera sus poderosos protectores, que por ahí podemos verlos con mando en plaza, dirigiendo algún cotarro de mediana envergadura. Lo calamitoso es que ni la experiencia en la cosa pública durante muchos años evita, por indocumentados en casi todo, que hagan el ridículo cada vez que sacan a pasear la lengua. Pero qué más da eso. Lo importante es el cochazo, y lucir palmito con la aparente vestidura que denote el poder que se calzan en tiempos tan revueltos estos buenos mozos.
Esperpentos de este calibre se reiteran como una constante por los distintos eslabones de un mamoneo, que se me antoja mucho más pernicioso e inaguantable, por estar en democracia, que el que conocimos en la interminable dictadura.
Y es que, en el fondo, nos han acostumbrado a mantener esta casta de gente que, por no tener oficio alguno, se ven obligados a instruirse, como si en ello les fuese la vida, en no contrariar a quien, sobre la mesa del chollo, les pone las lentejas.

Publicado el jueves 15.10.09 en el diario El Adelanto de Salamanca

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