12 de octubre de 2009

ANTISISTEMA




J. M. Ferreira Cunquero

Los jóvenes antisistema, a Dios gracias, siguen dando la nota cerca de las citas que se programan con repercusión mundial por los incontestables halcones del planeta. Es una escasísima pero honrosa representación de la especie humana; nociva para las buenas composturas de un mundo empeñado en encender los luminosos de la gran farsa hipócrita, que devalúa al hombre frente a la atractiva frialdad del puñetero dólar o la comparsa del súper novatísimo euro.
Hay una frase de André Gide, escritor francés y premio Nóbel, que viene al pelo para justificar las protestas que se dan en este momento histórico, que macera la empanada genocida con sello de legalidad dudosa: “Todas las cosas están ya dichas, pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre”.
Esta es la realidad. Media tierra expande el grito sureño de la hambruna miserable desde siempre, mientras al norte, privilegiado, se dosifica el cloroformo que nos atonta en los quirófanos internacionales donde cirujanos, expertos en manipular nuestras conciencias, nos inmunizan adecuándonos la opinión a este aparente festival de la opulencia.
Las soluciones que aportan los grandes filósofos de la chapuza política actual consiste - lo estamos viendo- en rellenar el buche de quienes nos han acercado al precipicio. Lo importante es salvar el sistema calculador que rechina en las estridentes ansias acaparadoras del poder y la riqueza.
Si hacemos un cálculo con simple e inocente mentalidad de parvulitos, descubriremos que la pasta que ha rellenado los morrales de la cosa económica para salvar el fracasado sistema financiero, unida a la que se sigue dilapidando en la aparatosa escenografía de lo militar, nos daremos cuenta de que estamos permitiendo con cierta ceguera, sin inmutación alguna, que a nuestros pies se mueran de hambre millones de personas.
Lo importante es que el pueblo sienta las fronteras como muros protectores, y los tapones del ensamblaje del bienestar nos resguarden del griterío del sur de la tierra, no vaya a tocarnos las narices, despertándonos de este sueño donde momentáneamente nos situamos sobre los podios del privilegio intocable.
Con este panorama, es lógico que las fuerzas de seguridad sigan metódicas instrucciones que alteren el espíritu democrático, escindiendo el derecho de las manifestaciones antisistema. Y como guarnición, se añade todo el servicio propagandístico que, bien organizado, vende la imagen de una juventud radical extremista, que se afana en destrozar mobiliario callejero, erigiéndose como la gran amenaza que puede jodernos nuestra placidez, propia de dioses.
Lo importante es resaltar la anécdota de quienes dan la nota discordante, y no fijar la atención en que miles de jóvenes, llegados desde todas las partes del mundo, ansían expresar con su admirable rebeldía la oposición a quienes dirigen con exagerada complacencia los destinos del planeta. Son las voces discordantes de un reducto de seres humanos que todavía albergan el sueño de luchar por una sociedad pluralista, donde las peculiaridades de cada pueblo sean respetadas y la dignidad del hombre pueda alzarse como valor solidario e imprescindible de la vida.
Así se nos relata, a través de las distintas televisiones del atolondramiento, con rasgo de investigación cómico-chafardera, que estos maravillosos grupos de disonantes acuden de forma organizada a montar bulla, cual si fuera su único interés divertirse como majaderos. Saben de sobra quienes manipulan la noticia, que los grupos anti globalización van a su aire; que los métodos anárquicos son los que merman su carácter organizativo. De otra manera, serían tomados más en serio por los que ahora se mofan de las algaradas callejeras que, desde mi punto de vista, son uno de los pocos intentos que logran convencerme de que no todo se ha perdido.

Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca el día 8.10.09

1 comentario:

  1. Abraham18:35:00

    “Todas las cosas están ya dichas, pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre”. Y así, toda la vida.

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