8 de mayo de 2009

Estos trenes nuestros

J. M. Ferreira Cunquero

Cada vez tengo más claro que esta tierra es un oasis para que esos políticos bocazas “jinquen” el arado de sus bufas, mientras sus promesas se disipan como aire sobre la faz de nuestra exigua memoria. Y es que nos acomodamos, quizás en demasía, sobre el pretil de un horizonte donde los listos, desde siempre, nos dan por todas partes.
Hasta el tren, aquí más que diligencia sospechosa, es puro amasijo de chatarra en ruina que, sobre ruedas, expande el enésimo ridículo de la excelsa ciudad cultural por esos mundos de Dios.
No puedo explicarme cómo en Barcelona no se han explotado las visitas guiadas, para mostrar a los curiosos los trenes de la época de mi entrañable bisabuela. Sigo sin creerme que allí no esperen cada noche la llegada de este anticuado engendro, que es un grito de las desigualdades que, en este país, crecen por costumbre desde siempre en la misma zona.
He viajado muchas veces en ese mostrenco asqueroso, con apodo TALGO, que surca como un viejo con ciática la piel de toro, para dejar constancia de la desfachatez de quienes aseguran defender nuestros intereses. Un día mi “asentajo” mugriento se espatarró, de tal forma que hubo de intervenir un operario de la susodicha antigualla, y con un trozo de alambre -oye tú- arregló aquel desaguisado mientras, de puro choteo, algunos usuarios aplaudían.
Por aquel episodio y por otros que no vienen a cuento, doy por seguro que, ese artilugio renqueante, sigue alargando su pobre vida gracias a los ferroviarios que, con minuciosas manualidades, lo recomponen cada día.
Lo curioso es que encima tenemos que rezar a “san borombón de las bellotas” para que nos dejen como estamos, pues la alarma nos ha encendido de nuevo el candil de nuestra adversidad, cuando quieren escamotearnos la “burranca trenería” que por estos desamparados pagos aún nos queda.
Es decir que, el Plan Especial para el Oeste de Castilla y León, fue sólo cacareo electoral de un PSOE, que históricamente dejó en olvido esta provincia, con un desprecio total a nuestro derecho al disfrute de un tren que, en otras partes, acorde con estos tiempos, hace mucho que recorre, con prestigio, sus impecables vías. Y es que, esto de la memoria histórica, viene a “güevo” para recordar, no sólo a los muertos olvidados en las zanjas (que por ser cosa de justicia es bueno resonarlo), sino lo que pasó hace cuatro días cuando, bajo el mandato de Felipe González, se suprimieron las líneas con Astorga, Palazuelo y aquella otra ruta inigualable hacia Barca de Alba.
Eso sí, no hace mucho nos revendieron con soltura unas “chucherías” en forma de promesas, a la hora de defender nuestros intereses en los feudos “moncloínos” para restablecer la Ruta de la Plata. Más nos joderá la memoria si recordamos el “vacileo” folclórico de los trenes de alta velocidad y su rimbombante cachondeo cuando toca hablar de su aproximación a Salamanca.
En vez de electrificar de una puñetera vez unos cuantos kilómetros, para que se cumpla medio miligramo de promesa, lo fácil es suprimir trenes y meternos en un programa de reciclaje elemental, mientras en los andenes de Medina del Campo nos aleccionan en lo único que somos campeones imbatibles a la hora de abolir nuestro cabreo con paciencia.
Eso sí, tampoco tenemos que aposentar en el olvido que, después de Felipe González, tuvimos ocho añadas con un PP reacio a poner las cosas en su sitio, respecto a este tema tan manipulado que nos ocupa. Unos y otros, una vez más, nos demuestran el paupérrimo interés que avivan estos surcos, que padecen el abandono y la huida de nuestro tesoro juvenil cuando toca buscar, en otros horizontes, las imprescindibles habichuelas.
Aquellos antros, con maletas de cartón en que, a media luz, nos distribuían por clases, como borregos, en la España silenciosa, salvando las distancias, a poca imaginación que le echemos, podemos recobrarlos en los trenes que apuntalan, como ejemplo discordante, estas insoportables diferencias.
Publicado en el diario El Adelanto 07.05.09

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