26 de abril de 2009

HOY ES FIESTA

J. M. Ferreira Cunquero
Hoy es fiesta. Una fiesta extraña que sirve para el descanso, como cualquier otra, lejos de la intencionalidad política, que busca encajarla con calzador en los intereses de los pobladores de esta tierra.Nada tiene que ver este festejo con el de otras comunidades autónomas que instauraron, como algo inherente a su idiosincrasia, un día insigne para celebrar su reencuentro con la historia, que remarca sus reivindicaciones o conquistas. La primera vez que vi el pendón castellano fue hace mil veranos, en la fiesta de La Alberca. Como la cosa nos encandiló a los mozalbetes metidos en rumbas contestatarias, se nos ocurrió hacer lo propio en la festividad de nuestra barriada. Obviamos, como auténticos ignorantes, la pertenencia de los dirigentes de aquella vetusta Asociación de Padres de Familia al viejo régimen, que acababa de cascar el peine oficialmente, aunque los entramados franquistas, bajo cuerda, en aquel tiempo, albergaban, en sus deseos más inconfesables, la posibilidad del milagro tipo sainete, estilo tejerada. Fuimos amenazados con ser perseguidos como reptiles, si la "tela morada" aparecía durante la fiesta, pues la bandera española -según ellos- no podía compartir cacho con los escandalosos trapos de la recién estrenada deshonra. Como propina, recibimos, a pie de calle, una lección magistral sobre las maravillosas batallitas que hicieron posible, durante más de cuarenta años, la gloriosa paz de los vencedores. Como insistimos en nuestros propósitos, al final nos mostraron un documento con sello oficial azulado, que nos permitía hacer el gilipollas por la verbena con un pendón color carmesí, siempre que no le diésemos ningún arrimón a la bandera de España. El caso es que, un mozuelo que hoy es policía nacional, le echó un par de chirimoyas al asunto y, delante de la muchedumbre, colocó el pendón en el mismísimo mástil de la bandera de España. Aquella tela ondeó, besándose con la rojigualda, lo que tardaron en hacerse con una escalera nuestros inquisidores, pues a los polis, que guardaban el buen comportamiento del personal en la verbena, les había dado por crecer tanto a lo ancho que no estaban para escalar fortificaciones de ningún tipo. Uno venía de ver cómo "La senyera" era algo inseparable de cualquier movida en Cataluña, y cómo aquella bandera aunaba a la gran mayoría, bajo un significado de identidad casi absoluto. Por esto, seguramente aquel episodio septembrino, en Salamanca, no fue más que puro frenesí para el cachondeo adolescente. Tal día como hoy, comprobé hace años en Villalar que estábamos a años luz de reconocernos bajo un emblema, o hacer de un día señalado algo propio, que mueva el ánimo de esta tierra adormecida bajo los perales de una historia, que endulza recuerdos de un glorioso pasado que no sirve, por ejemplo, entre otras cosas, para erradicar la emigración de nuestra juventud hacia otros lugares patrios. Los discursos estridentes de la izquierda plural y marchosa se cruzaban, como mensajería revolucionaria de ensueño, en aquellos inolvidables años 70. Buenas intenciones, que no lograron derribar este conformismo que nos identifica como un pueblo empeñado en militar en la multitudinaria anuencia del silencio obediente. Mi chica vivió junto a mí, aquella mañana, su primera aventura marchosa sobre el campo de Villalar. Todo empezó -quiero recordar- cuando se colocó una bandera republicana en el Ayuntamiento. Después, las desproporcionadas fuerzas policiales dieron la nota, como solían hacerlo en aquellos años, cuando se empleaban a fondo, dando recitales públicos de su destreza en deshacer, a base de buenas raciones de goma, cualquier tipo de reunión o cachodeo. … Claro que estos son otros tiempos. Ahora, sobre la campa de Villalar, hay olor a buen chorizo, cerveza, sonidos de dulzaina, festejo popular y mucha algarabía. Los aburridos y apestosos protocolos políticos, que allí se dan cita, pueden soportarse con un chispazo de juerga si estás en buena compaña. De todos modos, hoy prefiero meterme en el cine o en la montonera bestial de mis asuntos pendientes, y cada uno que se lo monte como le venga en gana. Faltaría más.
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 23.04.09

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