16 de abril de 2009

El Tenorio de la U. E. USAL

J. M. Ferreira Cunquero

La Universidad de la Experiencia se me antoja como un portentoso renacimiento de la vida, que vuelve a florecer con ansias de alcanzar el fruto del conocimiento que no entiende de edades. La Universidad abre sus puertas a quienes, en su mayoría, no tuvieron ocasión de regocijarse con ese privilegio que, por medio del saber, otorga una de las aspiraciones más importantes del hombre.
A estos juveniles estudiantes del entusiasmo, que irradian la hermosa sonrisa de su bagaje de experiencias, se les nota una placidez, que surge del sabio cometido de intercambiar los aprendizajes asimilados en la maravillosa facultad de la vida.
De ese ímpetu, descubridor de las emociones que emergen del arte en sus más diversos matices, se formó, en la Universidad de la Experiencia, USAL, el grupo de teatro En verso que dirige con innegable solvencia Pablo Málaga González.
Para iniciar su andadura, el pasado año, con cierta audacia, pusieron en escena una obra peliaguda de interpretar como La venganza de don Mendo. Con ella recorrieron diversos escenarios de la provincia, disfrutando y compartiendo la amistad que, como valor añadido, surge del espíritu que sólo puede hallarse en el abrazo embaucador del teatro. Hace unos días presentaban, con un llenazo absoluto, en el teatro de Caja Duero, Don Juan Tenorio. La genial obra de Zorrilla acentúa, como todos sabemos, las dificultades de su escenificación, al estar escrita en verso, pero, cuando hay ilusión y constancia, el teatro posibilita, en sí mismo, cualquier aventura por muy sorprende que nos resulte.
Una de mis actrices predilectas, desde hace años, es Paquita Lahoz Omedes. Una mujer que, ya desde su tierna infancia, tuvo que interpretar su propio drama sobre el apesadumbrado escenario de la vida. Fue una infeliz muchacha de la posguerra, que por esos caminos de Dios, con la mochila del desamparo a tope, pudo lograr reunirse en compañía de su madre, después de mil peripecias, con su progenitor, en Francia. Paquita sigue siendo la niña de mis antojos cuando, en la sinceridad de su sonrisa, me deja claro que su lucha mereció la pena, y que ahora todo aquel aprendizaje teatral sobre los escenarios franceses, perteneciendo a diversos grupos, se derrama como una pasión que le ayuda a besar con ritmos de verdad la grandeza de su juvenil esperanza. Y ahí está representando, como pocas actrices lo han logrado, el papel de Brígida. Su brillo en los ojos le desnuda en vendaval la emoción más hermosa, cuando se bate en duelo teatral con su cónyuge. Los dos llenan el escenario con la ilusión inconmensurable de quien ha nacido para darse por entero al teatro. Manuel Andrés Sánchez García, aún llegando más tarde al mundo de la escena que su Paquita del alma, atesora la tenacidad que le ha llevado, en otros grupos teatrales, a ir madurando de tal forma que, en ese papel grandioso y complicado, interpreta con suma dignidad al que, más que afortunado en conquistas y amores, es uno de los protagonistas más desdichados de la literatura universal. Andrés, con la fiebre del teatro surcándole las venas como un veneno irresistible, logró hacernos creer que realmente estuvimos por unos momentos ante el Tenorio, sin la peculiar envoltura de la fecha de difuntos que suele acompañar como propaganda añadida.
El toque emocional, para mis adentros, fue la vestimenta alistana de Jesús Barros que, interpretando el papel de Luis Mejía, sigue contagiándose de ese espíritu embaucador, que atrapa cuando se descubre el aplauso como aliento imprescindible para seguir tirando.
Esta atrayente versión del Tenorio comenzará ahora su andadura, auspiciada por la Diputación de Salamanca, por diversos escenarios de los pueblos salmantinos, aunque hemos de dar por seguro que, a medida que vayan propagándose los ecos de su atractivo montaje escenográfico, puede y debe abrirse camino más allá de las meras fronteras provinciales.
Mientras tanto los actores seguirán cursando la gratificante carrera del saber, con la experiencia que dan los años, para darse cuenta de que nunca es tarde para seguir aprendiendo.
Publicado en diario El Adelanto de Salamanca, el jueves 16.04.09

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