11 de diciembre de 2008

Don Juan José Hidalgo

José Manuel Ferreira Cunquero
Escritor



El Boeing 737 vuela suavemente sobre el océano. Vuelvo a intentar abrir la puerta de un servicio que siempre está ocupado. Antes de entrar en el otro aseo, me doy cuenta de que una de las azafatas está vigilando, con innegable mosqueo, aquella intrigante puerta cerrada. Aunque no sea fácil comprender cómo un mastodonte de chapa, con dos centenares de personas, más los equipajes y otros utensilios, puede surcar los cielos con esa fuerza descomunal, lo que sí tengo claro es que todos los aviones, en un momento dado, sin excepción, han de bajar a tierra por narices. Esto, mezclado con el recuerdo de la última tragedia de Barajas y el respectivo toque de claustrofobia que te enciende las lamparillas del agobio al verte encerrado a tanta altura, fue lo que alimentó de repente el miedo. Cosa lógica y comprensible cuando oyes a una azafata gritar con energía a alguien que está perpetrado en un servicio: "¡Suelte eso ahora mismo…, que lo suelte…!". Iba en mis abandonos evocando, con cierta nostalgia, la segunda ocasión en la que volé con aquella incipiente agencia de viajes, que inauguró en Barcelona don Juan José Hidalgo a mediados de los años setenta. Un serrano en el que hemos de reconocer a uno de los más significativos representantes de la constancia y el tesón de esta tierra, donde suele acentuarse por costumbre la práctica empresarial del mínimo riesgo. En el reducido espacio donde tenía la sede aquella oficina de viajes, sita -quiero recordar- en San Andréu, seguramente se gestó uno de los inicios que forjaron con el tiempo esa amalgama de sociedades, que hoy preside con reconocido éxito don José Hidalgo Acera. Aquellos primeros enlaces con Barcelona desde Salamanca, a mediados de los setenta, los prestaba Viajes Halcón con los DC-9 alquilados a Aviaco. Quién iba a decir que, tras unas añadas, aquella sociedad aérea tan importante se iría al garete y que quien asumía por aquel entonces importantes riesgos contratando aeronaves que en ocasiones volaron medio vacías, es hoy el empresario más reconocido y solvente de la aeronáutica española. En uno de aquellos reiterados viajes compartí asiento con un hermano de don Juan José. Un chaval de mi quinta que, por ser tan parlanchín como un servidor, tuvo a bien contarme a grosso modo las interesantes andanzas de sus hermanos, cuando se dejaban la piel en la carretera prestando servicio a los emigrantes españoles que regresaban de los países europeos o partían hacia ellos. …Iba inmerso en estas meditaciones cuando de repente salta una alarma dentro de la cabina del avión, provocando un natural y repentino repelús entre el pasaje... La azafata sigue dando voces a quien, con la puerta a medio abrir, se niega a soltar algo. No tuvo apenas importancia aquella extraña situación, al percatarme de lo que estaba sucediendo, aunque es verdad, que algunos pasajeros fueron presa de un ataque de pánico. Antes de que llegaran al lugar de los hechos, otras azafatas y un tipo con aspecto policial, corrimos la voz de que no sucedía nada importante. Había sido pillado fumando en el servicio, un gilipuertas de esos que viven para dar la nota. Después se montó un pequeño conato de desaprobación por parte del pasaje hacia el incauto y ridículo jovenzuelo que, mofándose de las normas que antes de volar te repiten mil veces, siguió enarbolando una chulería propia de un patán alucinante. Media hora después el avión tomaba tierra, después de habernos dejado vislumbrar con magia de alturas y neblinas misteriosas el espectacular paisaje volcánico de Timanfaya. Desde los grandes ventanales del aeropuerto de Lanzarote, al fijarme en el rótulo de Air Europa que va estampado sobre la cola del avión, pensé en el tinglado empresarial que ha montado don Juan José durante este puñado de años, mientras otros mortales simplemente subsistimos, eso sí, sin los estremecimientos del riesgo empresarial, con pura calderilla en el bolsillo. Y es que tiene razón mi amigo José Andrés Miguel (el sabio de Abusejo) cuando dice: casi todos los serranos, currantes, igual que listos.
Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 11.12.08

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