30 de noviembre de 2008

LA TRAMA DEL CHOLLO


No tenemos que cansarnos ni mucho menos desfallecer a la hora de criticar lo que nos venga en gana. ¡Faltaría más!
Aquí, las licencias de los intocables señoríos solo las distribuyen y las disfrutan quienes respiran aires seudo democráticos dentro de los recintos, que blindan la posibilidad de cualquier autocrítica. Así se disculpan los abusos de poder y las muestras prepotentes de incoherencia, que surgen entre tanto compadre de militancia política afín. Cuando estos ritmos de la disculpa fácil se incluyen en la partitura como cosa habitual, no es que estemos hablando de anécdotas sin importancia, sino que más bien empezamos a asistir a un concierto, donde cada golpe de batuta es una desconsideración hacia todos los espectadores que pagamos el festejo.
Lo de menos es que hayamos pasado de una desaceleración a una recesión en toda regla. Incluso aceptando que la crisis, que nos cerca el cuello, tiene difícil solución bajo el marchamo internacional de la evidencia, lo que no podemos admitir es el momio de los nuevos señoritos del poder, que pasean en nuestro morro su apariencia. Y no es solo la incorregible actuación de algunos ministros, tirando la casa por la ventana a la hora de modificarse el despacho, cuando el campaneo de las penurias toca a moderación económica para los demás mortales. No, el despilfarro y la chulería de la ostentación, bajo el imperio boberas del dinero público, se extiende como una plaga por las distintas administraciones. Aquí pierden los papeles incluso los que a la hora de la demagogia barata son capaces de conquistar nuestras preferencias, cuando logran vendernos en activo un carisma que se esfuma apenas dejan el despacho. Claro que, jubilarse no significa abandonar ciertas prebendas que, en el estado de derecho, más que un abuso son una calamidad que deja en entredicho nuestro sistema.
Pablo Castellanos (para mí nada sospechoso pese a que sea un cardo que rasca con su verdad en el orondo trasero de mucho izquierdista de salón) viene acometiendo estos asuntos, tildándolos de lo que son en la realidad: una auténtica podredumbre que se va instalando como carcoma en la madera pública de nuestras instituciones. En la tertulia que Luis del Olmo dirige en su programa mañanero como un signo de auténtica libertad en la radio, este añejo político de gran reserva, nos hace ver que por lo menos no estamos solos en esta indignación que va subiendo el tonillo, cada vez con más insistencia, frente al ataque que sufre nuestra forma de entender la moralidad o el comportamiento ético, en quienes circunstancialmente pasan por los deseados sillones del poderío. El señor Castellanos con toda razón propone incansablemente una comisión ética, que examine todas estas corruptelas que van extendiéndose como un telar sistemático por los vericuetos de nuestra democracia.
Lo peor de tan lamentable espectáculo, para el sentido común, es comprobar que estas licenciosas nimiedades se instalan, como nexo común, en el chollo del poder que auspician con la misma intensidad la izquierda y la derecha.
Así vemos cómo gente que deja el cargo político, no solo mantiene la escolta, que seguramente es necesaria por motivos de seguridad sino que, como valor añadido, se suman los secretarios, los asistentes, los coches oficiales con sus correspondientes conductores y, vete a saber, si la pertinente entrada para el susodicho ex dirigente privilegiado y la parienta, que un palco de postín en la ópera es el mejor púlpito para lucir la prepotencia.
Vamos que mientras aquí abajo, donde se asan las castañas, nos quedamos tiesos observando cómo nos cerca la crisis con sus dientes afilados en la piedra esmeril capitalista, unos cuantos prebostes se lo montan con nuestro dinero sin recato alguno.
Eso sí, para quienes me corrigen continuamente aludiendo a que no puede meterse a todos los políticos en el mismo saco, les invito a meditar si el momio de esta prole de políticos al que aludo no es consentido, jaleado y mantenido por el resto. Vamos…, que de estas miserias no se salva ni el apuntador
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Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca el 27.11.08

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