8 de marzo de 2008

¿Quién escribió el Quijote?

¿Quién escribió el Quijote?

J. M. Ferreira Cunquero

Al ser evaluados los alumnos de una escuela de pueblo por un inspector bigotudo y estirao, como un palo de escoba, los pobres respondían con pavor que ellos no habían sido los que escribieron el Quijote. La guinda del disparate la ponía el supuestamente instruido funcionario cuando, al salir del aula, decía para sÍ mismo: ¡Madre mía, si Calderón levantase la cabeza!

Quién nos iba a decir que el chistecito de marras podía ser una realidad en estos vertiginosos tiempos que vivimos, en los cuales se palpa el bajo nivel cultural que va acorde con la enseñanza que reciben los críos desde los primeros años de escolaridad. Este desastre, si no se pone remedio, nos hincará el diente a todos, apenas recojamos el fruto de estas miserias que vamos sembrando.

Los culpables del desconcierto se podrían encontrar en muchos políticos inservibles, que fueron pasando por la peana del chollo institucional junto a toda clase de compadres y monaguillos. Tan demostrada está la torpeza de todos ellos, que se puede afirmar que el desaguisado es consecuencia de las leyes de enseñanza que se fueron aprobando con los distintos gobiernos.

Discutir ahora sobre la inconveniencia o no de una asignatura comecocos o sobre cualquier aspecto puntual que alimente el interés partidista, es seguir mareando sin sentido el pobre pero apetecible mochuelo de la cultura.

Ya no sabe uno si dan pena o risa estos profesionales de la política que padecemos y sufrimos, cuando nos repiten la monserga de que la enseñanza es la base fundamental de las estructuras de un país. Que digan esto, mientras en las aulas el embrollo educativo no hay quien lo desenrede, suena de entrada a cachondeo. Los profesores de instituto corroboran que los chavales llegan de primaria con tan escasa preparación, que recuerdan a los cándidos y entrañables parvulitos de las escuelas franquistas.

Pero el asunto no viene de esta etapa del talante. No. Ahora lo que se ha hecho simplemente es poner la guinda a una inmensa pastelada que viene cociéndose en los variados fuegos del horno democrático.

Vergüenza deberíamos sentir cuando se nos sitúa, a nivel europeo, en materia educativa, en el pelotón de los más ineptos e incapaces.

Me cuentan que en un programa del cajón atontado se ha podido comprobar cómo unos chavales de cuarto de la ESO no sabían quién había escrito el Quijote, ni lograron situar Valladolid en un mapa mudo, mientras que Ortega y Gaset les sonaba a dos cantantes de rock poco conocidos. Ante esto sobra cualquier comentario. Más aun cuando los amigos que imparten clases en la Universidad comentan que el nivel educativo es tan bajo que da grima. Las facultades, está claro, no deben tener en su cometido deshacer los entuertos de unos planes de enseñanza desastrosos.

Simplemente por esto me niego a que me manejen en esas actuaciones televisivo- teatrales, donde los candidatos sueltan el coñazo que los diseñadores de campaña les trazan, mientras el moderador (¿qué moderador?) se convierte en un bulto decorativo para adornar el paripé peliculero. Es un insulto llamar debate a un encuentro de sordos que tiene el simple objetivo de que no se aburra el personal un rato.

Eso sí, la enseñanza o la falta de libertad en el país vasco, seguirán siendo calderilla ante la necesidad de rendirse, una vez más, en los atractivos brazos del nacionalismo.

Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 28.02.08



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