24 de febrero de 2008

PELOTAS DE MEDIO PELO

J. M. Ferreira Cunquero

A mi me complacería comprarme, más que un aparato que detecte los rádares de la carretera o un ge pe ese (que cosas) que te lleva de la mano como si fueras de nuevo un bebé por el camino, algún artilugio que de la alarma cuando estés frente a un pelota. Y ya puestos, mejor si el armatoste es capaz de marcarte en que nivel está la enfermedad del personaje detectado. Pues en esto es verdad que hay pelotas simpáticos, que por su cota de atolondramiento poseen cierta gracia­. Estos como no son peligrosos, hasta convienen dentro de la gran fauna de caracteres que nos distinguen a los seres humanos. Además en ocasiones el ego personal necesita que alguien te comente con cierta gracia por ejemplo que el abrigo cuando diciembre azuza te sigue cayendo como un guante. Aunque después descubres mirándote al espejo, que tiene razón la parienta cuando con cierto cabreo te dice que como has tenido el valor de salir a la calle con tal antigualla.

Luego está toda esa tropa de lisonjeros que al jefe de turno le embetunan el lomo mostrando de antemano sus artes para la prestancia de cualquier servicio.

Hay muchos y variados grupos donde podríamos situar a estos tipos que militan en la congregación de los dóciles siervos. Son tantos los que proliferan en estos tiempos difíciles que con tal de escalar posiciones sociales, si es preciso, se baila sobre el cráneo del compañero de turno la jota aragonesa.

La tentación de un buen despacho, el acomodo del sueldo o el beneficiarse a doña menganita o don fulanito puede hacer tal milagro en la personalidad del individuo que hasta dejamos de reconocer el careto que le pusimos en la escultura que talló nuestra amistad cuando vestía el traje de la buena gente.

Entre estos se sitúan los pelotas repugnantes, si, esos que abastecen el mercado del muladar donde huele a mierda casi todo lo que tocan. Más que sus chaquetas, cambian con una facilidad tan increíble las pinturas del alma, que se amoldan a todo tipo de tretas con tal de seguir regentando el gallinero de sus elucubraciones. Estos como oradores de tres al cuarto, convencen hasta su sombra desde la sonrisa aparente que saben controlar como nadie. Con unas dosis de su barroca apariencia logran meter las narices en cualquier guisado de tal forma que lo mismo puedes verles cantando la internacional en cualquier movida colorada, que el cara al sol en la plaza de oriente. Antaño, cuando a este alcalde le pintaban oros eran sus más elocuentes defensores y hasta en público, como oportunistas predicadores les oímos desvanecerse en mil elogios. Otros fardaron de haber sabido exprimir la teta municipal en el dos mil dos cuando ahora escupen sobre la memoria de aquel año que pudo expandir como ningún otro que se recuerde el nombre de Salamanca por todo el mundo.

Esta última gama de pelotillas deja tal rastro que recuerda a las babosas cuando lentamente se sitúan para darse un festín sobre las berzas.

Da igual donde vayan o se sitúen. Su poder de adaptación hace milagros aunque los pobres apenas sin darse cuenta opositan de repente, fíjate tu, dentro de la apariencia social que tanto dominaron, a los lugares, que por haberse venido a menos, gracias a Dios ya ni se les oye.

Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 21.02.08



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