12 de diciembre de 2007

HOY ES UN GRAN DÍA

HOY ES UN GRAN DÍA

J. M. Ferreira Cunquero

Hoy es un día importante. Aunque no lo celebremos como se merece, sin duda, esta fecha es una de las más significativas para quienes vivimos y recordamos aquella época opaca y triste en la que este país estaba inmerso en un letargo constreñido por un viejo y caduco régimen.

Hasta resultará gracioso leer o escuchar seguramente hoy a los predicadores que tuvieron el privilegio de vivir como marqueses en aquella época y que ahora, por lapsos de recuerdos mal hilvanados, tratarán de vendernos que por la pluralidad protagonizaron no sé qué batallita. Esto es digno de ser valorado, cayendo en la cuenta de que todos tenemos cabida en este gran espacio democrático, que el consenso de unos políticos admirables pudo cimentar bajo la atenta mirada de un pueblo con demasiada hartura de sobrevivir bajo el imperio del miedo.

En este engranaje tan distendido, por mucha crispación con que quieran aderezarnos el postre de cada día, caben los narradores peliculeros que, observando los toros desde la barrera en aquellos años, pueden fantasear hoy relatándonos sus hazañas.

Hemos de reconocer que la izquierda, para llegar al gran pacto constitucional, cedió admirablemente en sus pretensiones por facturar el pasado, no desde una memoria histórica, sino desde unos derechos pisoteados durante años.

Pero si nos quedamos únicamente en la perspectiva de quienes lucharon en desiguales condiciones por la libertad, o en quienes estuvieron desde cualquier postura o alineación en sus cercanías, estaremos siendo tremendamente injustos. La derecha moderada de aquel momento merece hoy ser resaltada con la misma intensidad si somos ecuánimes a la hora de analizar aquellos acontecimientos propiciadores del gran acuerdo esperado.

Ha de celebrarse hoy sin miedo que unos y otros, a través de un diálogo que se nos antojaba a muchos impensable, tuvieron la capacidad de redactar esta ley de leyes, bajo la que se rige nuestro Estado de Derecho.

Incluso hemos de comprender ciertas lagunas que no dejaron atado el futuro en aspectos que hoy demandan algunas fuerzas o sectores de la sociedad. Pero en aras de aquel consenso, todos cedieron en sus pretensiones. Por esto me niego a resaltar a ningún político sobre otro. La Constitución Española es la referencia de un suceso tan importante para la convivencia, que nos obliga, a quienes somos demócratas, a olvidar cualquier pasaje que pueda encender suspicacias que infravaloren el esfuerzo de todos.

Claro que no hemos de dejar en el olvido los sucesos posteriores a la entrada en vigor de nuestra Carta Magna. Aquellos apoyos de un pueblo mayoritariamente convencido de subirse al carro de la libertad, sin duda, hicieron posible que se sofocasen los últimos coletazos de un régimen que, en irreversible agonía, quiso morder los preceptos del texto constitucional.

Ahora que los sindicatos de clase viven, bajo mi punto de vista, uno de sus momentos más difíciles en ese tránsito hacia la adaptación a los nuevos y vertiginosos cambios socio laborales, es menester recordar y agradecer su encomiable colaboración en momentos clave de este transitar por una de las etapas más tranquilas y fructíferas de nuestra historia.

Ser testigo de este tiempo en el que, pese a discrepancias y encontronazos, todos estamos amparados bajo el manto constitucional que defiende nuestros derechos de igualdad, es verdaderamente un auténtico privilegio. Que la gran mayoría de los españoles sintamos esta Constitución como nuestra merece ser festejado. Claro que sí.

El Adelanto de Salamanca 06.12.07

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