26 de junio de 2007

Sabes leer, ellos no

Publicado en El Adelanto de Salamanca 22.03.07

J. M. Ferreira Cunquero

Es inigualable esa sonrisa humana que atraviesa el corazón con la sencillez de la gente más buena. Rostros cercanos y apacibles de personas que dentro de la iglesia entregan su vida a los más necesitados.

La actividad misionera suele respetarse incluso por quienes critican de forma radical cualquier cosa que tenga relación con el catolicismo, como si quienes se entregan al otro lado de la ceremonia capitalista, en los pueblos más pobres de la tierra, no fuesen parte de la gran familia eclesial.

Otra forma de meterse con la iglesia, desde el sinsentido, es aludir a las ONG’s que luchan entregándose a los demás, en una labor digna de ser resaltada, lejos de creencias o vinculaciones religiosas. Lo injusto es cuando se olvida o se oculta, desde el activismo anticlerical más oportunista e injusto, que una de las actividades que más y mejor brillan dentro de la iglesia católica precisamente son sus ONG’s extendidas por todo el planeta a través de un voluntariado admirable. Esto no menoscaba, por supuesto, la gran labor humanitaria del resto de ONG’s no vinculadas a ninguna confesión religiosa. Unas y otras son un ejemplo de constancia y decisión ante la dejadez de los poderosos e incompetentes gobernantes para solucionar el caos humanitario que ahoga el cuello de los poblados más miserables del mundo.

Manos Unidas es un modelo de esa incondicional lucha por la dignidad del hombre que malvive en los antros más denigrantes, olvidado por quienes disfrutamos de la cómoda aspiración al derroche que traza nuestras insatisfechas ansias materialistas.

Si leemos las veinticinco propuestas que hace Manos Unidas para vivir el encuentro con la solidaridad, es fácil caer en la cuenta de que estamos frente a unos planteamientos sencillos, que deberían abochornar nuestro asqueroso silencio ante el desastre mundial que permite subsistir, en el infortunio más cruel, a millones de seres humanos.

Si en Manos Unidas reconocemos a una de las organizaciones más serias y comprometidas con los pueblos más indefensos del planeta, a través de sus proyectos de desarrollo, este año, hemos de entender que su campaña es cuando menos ambiciosamente necesaria. “Sabes leer, ellos no. Podemos cambiarlo” da en el núcleo del yunque donde es machacada indolentemente la esperanza de los pueblos, desde ese analfabetismo que emplaza a 130 millones de niños sin escolarizar a seguir morando en los suburbios del abandono sin conciencia.

Como ocurre con casi todos los compromisos internacionales en materia solidaria, la meta de objetivos de Desarrollo del Milenio respecto a la enseñanza primaria universal tampoco ha alcanzado las metas perseguidas, cuando sabemos que la educación, a medio plazo, puede ser el arma definitiva para combatir la miseria. La mente despejada puede analizar y descubrir el derecho inalienable a la vida desde una exigencia, como seres humanos, a recibir una parte de esa solidaridad manipulada en los grandes despachos, donde un eco de palabras vacías alarga el suplicio de la gente más pobre.

La educación es la simiente que debe cultivar el enorme grito que suene desde el sur de la tierra reivindicando justicia.

Esta campaña de Manos Unidas puede ser la voz que abra las férreas puertas de la globalización capitalista, que busca uniformarnos a todos bajo rígidos e implacables criterios económicos.

“Sabes leer, ellos no. Podemos cambiarlo” si en un gesto de adhesión solidaria reuniésemos nuestras manos junto a las que ya se han unido sabiendo que sólo el hombre puede salvar al hombre.

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