26 de junio de 2007

DIÁLOGO DE BESUGOS

Publicado en El Adelanto de Salamanca 19.04.07

J. M. Ferreira Cunquero

¿Quién no ha dado alguna vez con un funcionario de la cosa pública con “getuño” obsoleto, en extinción? Un funcionario de esos ante los cuales dan ganas de pedir clemencia y salir corriendo antes de hacerle la pregunta ensayada muchas veces, ante el pánico que nos golpea con sólo recordar su mala baba.

Aunque la inmensa mayoría de los funcionarios ostenta una más que aceptable preparación para tratar como se merece a cualquier hijo de vecino, es verdad que esos pequeños lapsos, manchan lamentablemente el buen hacer de las distintas administraciones públicas.

De todos modos, un servidor prefiere -lo tengo claro- el funcionario más gruñón e intolerante frente a esas maquinitas sabelotodo que te van llevando de excursión por los botones del teléfono, mientras descubres tu impotencia ante la chirriante vocecita que te jode el tiempo a todas horas. Y es que cuando chocamos con las grandes empresas del sector telefónico, la amabilidad exagerada destripa nuestra paciencia hasta límites insospechados. Después, quienes atienden nuestras demandas al otro lado de la línea, (cosa coincidente en todas las empresas) suelen redundar en cortesías y amaneramientos que bordan el insufrible “pijotismo”, que nos hace descubrir un empacho de ineptitud que nos anima a incinerar el teléfono y tirar sus cenizas al pozo más hondo de la mismísima mierda.

La compañía con la que tengo contratado el ADSL, lo reconozco, me ha vencido y humillado. Es decir ya ni me molesto en solucionar el problema que me tiene prisionero en una tarifa plana, a través de la cual, navego por Internet como una tortuga tullida y cojitranca. Eso sí, es gratis. Menos mal. Ahora, cuando el servicio que tienes contratado se anula unilateralmente por falta de eficacia, te conviertes en benefactor de un billete sin costos hacia el tercermundismo más puro, con la gratificación extra de una cura de humildad y un denso reciclaje que te incrusta en el excelso abrazo del consumismo más deprimente.

Pero qué está pasando en este país, para que todo este entramado de caraduras puedan campar a su libre albedrío, mientras hemos de defender nuestros derechos ante ridículas máquinas, que nos inyectan nuevas dosis de esa esquizofrenia social que cada vez, con más ardor, nos toca las narices.

El mundo de las comunicaciones es una de las guindas más selectas de la tarta especial consumista. Hay mucho dinero desparramado a la espera de reagruparse en las poderosas garras del capitalismo y por ello, este armazón, asquerosamente bien conjuntado, convierte en profesionales de la idiotez más pronunciada a quienes han de sofocar nuestras protestas. Y es que no hay cosa más indignante que, mientras engorda tu cabreo, una vocecita de anciana súper sorda te reitere agradecida que hayas efectuado la llamada. Es para volverse loco. Más cuando termina la conversación deseándote la asquerosa voz redundante que tengas un feliz día.

Eso sí, te enseñan a no dar gritos ni a que aludas al señor padre del asqueroso robot repelente, porque ya has aprendido que a la menor te cuelgan el aparato, dejándote en esa tesitura de volver a llamar como un manso cordero, que no tiene más solución que volver a contar su vida. Y es que llega a un punto este disloque, que te sientes seducido por tan ilógico diálogo de besugos. Vamos, que al final uno acaba añorando las señales de humo, el brasero de cisco y el pan pringado en el aceite de la educación básica casi extinguida…

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