23 de agosto de 2006

Salvemos al Tormes



J. M. Ferreira Cunquero

Acabo de releer un artículo que escribió el siempre inolvidable Enrique de Sena en aquel rincón periodístico, donde nos invitaba a degustar con tanto esmero su “Café con gotas”. Comienza sus letras, para mí emocionalmente inolvidables, haciendo una referencia a mi humilde persona, por algo que, por aquellos días de 1991, escribí para El Adelanto.
Don Enrique, bajo el título “Salvemos al Tormes”, decía entre otras cosas : “El Tormes de hoy, aguas arriba de los arrimos de la Vega, es un basurero, señores del Ayuntamiento. Es una mierda, salmantinos todos.”…
Se dice pronto…, que hayan pasado ya quince años desde entonces, y no hallamos conocido una intención seria de acometer alguna actividad rehabilitadora sobre este pobre río, que pasa por Salamanca cual si fuera su sucio trasegar un inmenso cubo de mierda andante.
A mediados de los años ochenta, cuando aireábamos la desvergüenza de este asunto, nos decían los políticos de entonces (curiosamente no sólo algunos siguen siendo los de ahora, sino que, si nadie lo remedia, seguirán siendo los que tengamos que sufrir y padecer dentro de otros quince años) que la cosa ya estaba en estudio, y que no sé qué maravillas técnicas, sacadas del mago zurrón de las pueriles promesas, iban a reconvertir el Tormes en el río que en años lejanos cruzara nuestra ciudad con otra chispa más decente. El caso es que, como afirmaba don Enrique, podemos seguir diciendo, después de todas estas añadas vacías, que el río sigue siendo un basurero, señores del Ayuntamiento.
Por esta cuestión es por la que hay que evadirse a ese paraje que, en Gredos es una facultad de la naturaleza, donde uno puede alejarse de falsos ecologismos con flojeras, y de esas antiguallas sabelotodo, que suelen solamente estirar el buche cuando algún caso concreto pone a tiro propagandas facilonas para dar el cante .
Allí siguen siendo las gargantas promesa de aguas transparentes que, a una velocidad que trae prisa de cumbres, caen entregando su frescura en el desplome que busca el cauce del río. La naturaleza es todavía, en aquella zona, una explosión de belleza sublime, tapiz de contrastes que extienden virginal un paisaje increíblemente espectacular. Al ver, en aquel valle, a este río cristalinamente hurgar con sus húmedos dedos en su transcurrir, escoltado por múltiples pinceladas de matices verdosos, uno siente la torpeza trasgresora de lo humano, como un grito anunciador de la imparable hecatombe que seguimos fabricando entre todos.
Seguía diciendo Enrique de Sena en su artículo: “ Razón tienen los extranjeros y connacionales cuando me dicen que si ellos tuvieran un río Tormes harían milagros…”
La Junta de Castilla y León debe pintar algo en el tema pues, que sepamos, el Tormes que retrata en sus turbios espejismos todavía con pasión las catedrales nace y recorre por España sólo tierras de esta comunidad, tan pobre en iniciativas y tan espléndida a la hora de mirarse el ombligo, buscando soluciones en el recuerdo de algún pasaje memorable de nuestra historia.
Hay que perseguir a los “guarringos” que tiran todo tipo de porquerías al río y, al “tinglado” público que pagamos para que nos solucione nuestros problemas, hay que exigirle que se olvide de tanto adoquín y cemento, y que se entere de una vez que el Tormes, a su paso por Salamanca, es un muladar andante.
Me pregunto si en quince años/ la caca que el río arrulla/ por esta ciudad tan culta/ alguien la habrá limpiado,/ que en este asunto “mierdero”/ anda perdida la Junta / y los hermanos de cuna/ de este nuestro Ayuntamiento./ ¿Dentro de quince años?/ ya veremos, ya veremos/ si no sigue igual el cuento…


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