16 de agosto de 2006

Aeropuerto 06



J. M. Ferreira Cunquero*


Viene a cuento recordar ahora aquella saga cinematográfica que, con el título de Aeropuerto, nos fue narrando las peripecias que sufría cada año un avión, al convertirse en un espacio claustrofóbico con todo tipo de desgracias poco ocurrentes. Lo mejor de aquellas películas es que al final nos olvidábamos de la “casquería” ante el feliz desenlace que siempre era presumible de antemano conociendo a los protagonistas del film.
Pasada aquella fiebre catastrofista de los indefensos pasajeros de las aeronaves, el secuestro de Tom Hanks en un aeropuerto por problemas burocráticos podría ser un aperitivo premonitorio, en las pantallas, de la película que acaba de rodarse recientemente, en el aeropuerto del Prat de Barcelona.
El caso es que aquí, acabamos de superar con la realidad cualquier tipo de ficción surrealista. Rodar un largometraje con miles de ciudadanos sometidos a un secuestro inconcebible en un aeropuerto español, cuando menos, de entrada, es para que clasifiquemos la película en el archivo del terror más asombroso. Nunca debería haberse autorizado, bajo ningún concepto, la realización de un largometraje tan bestial, cuando se está atentando contra derechos fundamentales tan claros, que han dejado en fuera de juego, de una manera clamorosa, el espíritu de nuestra democracia.
Desde su inicio, la película se carga de un ambiente con olor rancio a manipulación política, como suele ocurrir en estos casos que se van de las manos, por mera inutilidad de quienes están obligados a cuidar de nuestros derechos con la misma intensidad que se ocupan de exigirnos cumplir con nuestras obligaciones.
Con este asunto vuelve a dar la impresión de que aquí, el que se tira al monte y pega cuatro escopetazos al final se hace con la perdiz tan fácilmente, que vamos a tener que empezar a plantearnos que lo más ventajoso para lograr nuestros anhelos, por mucho que se joda el personal, es paralizar el mundo y todo lo que ruede con él.
La dejación del estado ante la inseguridad del aeropuerto del Prat es una de las más pastosas e imperdonables actuaciones que hemos conocido en los últimos tiempos, pues se han vejado los que deberían ser derechos intocables, con tanta impunidad que hemos visto un aeropuerto trasformado en una residencia inhumana, cual si fuera la cárcel de un infinito rebaño de personas impotentes.
Seguramente ahora caeremos en la tentación de esparcir, como si fueran pajas diluidas, las oportunas responsabilidades que deberían llevar al cese inmediato de tanto ilustrísimo señor que se esconde miserablemente en las capas políticas de la incompetencia más absoluta.
Los mandos de las fuerzas de seguridad, permitiendo la invasión de las pistas, la huida de Iberia al cielo más silencioso, las ridiculeces gubernamentales vomitando insufribles bagatelas , los políticos de Cataluña intentando mojar el dedo en la pingüe sopa de sus intereses, los “sindicaleros” de la época prehistórica, y todos los demás sectores de este circo nacional, implicados en el rodaje referido, deben, cuando menos, recibir una respuesta clara y rotunda, que paralice esta moda de reivindicaciones barriobajeras que, bien estudiadas, buscan la conquista de mejoras sectoriales, aunque para ello hallan de pisotearse derechos imprescindibles para el desarrollo normal de la convivencia ciudadana.
Ahora sólo nos queda que empiecen esas investigaciones que únicamente sirven para marear el polluelo, mientras, con cara de gilipollas, hemos de comprobar nuevamente que aquí no dimite ni el gallo de la pasión por mucho que se pase en el cante.
Y ahora, por tierras gallegas, unos vulgares asesinos, con la anónima cerilla de la muerte, siguen quemándonos el monte, mientras asistimos, otra vez atónitos, a esta falta de respuesta que tenemos, en manos -repito- de un montón de incompetentes.

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