19 de junio de 2006

LA HORA DE LA VERDAD

Publicado en el diario EL ADELANTO DE SALAMANCA 19 junio 2006

J. M. Ferreira Cunquero*


Se puede comprender que quienes han sufrido en sus carnes los atentados de ETA no acepten bajo ningún condicionamiento que ZP negocie, acepte o busque darle un protagonismo especial al grupo político afín a las tesis terroristas. Incluso debemos aceptar que muchos de los ciudadanos que han vivido, a lo largo de tantos años, la barbarie terrorista no quieran saber nada de ningún tipo de negociación. La postura de seguir únicamente con los medios policiales como medio para terminar con los etarras -aunque para muchos no sea una solución con futuro-, debemos entender que sea para otros una aspiración comprensible.
Por otro lado también sería preciso respetar a quienes, ostentando la responsabilidad del gobierno, aspiran a que callen en el país vasco las armas para siempre. Es paradójico que quienes no alzaron su voz cuando Aznar firmó el traslado de presos (con peores expectativas que las actuales ante un posible final de la violencia) vociferen desmedidamente ante cualquier posición de acercamiento del ejecutivo al entorno etarra. Al menos debería presuponerse con más seriedad que esta aspiración a cerrar definitivamente el capítulo terrorista, seguirá entrando en los planes de cualquier gobierno, sea del signo que sea, cuando se aprecie algún tipo de modificación o cambio en los planteamientos etarras. Solamente por esto, creo que la oposición debería ser algo más cautelosa a la hora de explotar con tanta ligereza los vericuetos electoralistas.
De todos modos, también Zapatero está obligado a facilitar salidas dignas a las complicadas posiciones que, seguramente por razón de estrategia política, debe capitanear el líder del PP.
Lo que resulta inadmisible es que nos encontremos, ante uno de los asuntos más importantes de nuestra historia reciente, con los dos grandes partidos del panorama parlamentario español resolviendo sus diferentes posturas con encontronazos, pataleos y cítricas declaraciones en los medios de comunicación.
Los vascos que han tenido que huir de su tierra, los niños que viven una infancia intervenida en los guetos de la vigilancia constante, los ciudadanos que han de vigilar su espalda y los bajos de un coche para seguir aspirando a disfrutar del derecho a la vida merecen sin duda un nuevo esfuerzo que pueda cerrar este dramático episodio que viene ocupando desde hace demasiado tiempo las páginas más negras de nuestra historia.
Hay que hacer algo más, mucho más, aunque tengamos que taparnos las narices y devorarnos las tripas en una flagelación que seguramente no tenga precio.
Los ciudadanos que viven ese macabro caos que acota y delimita los derechos más básicos del estado democrático se merecen mirar con esperanza al futuro, aspirando a que nunca más se escuche el maldito sonido de las pistolas, ni que el cañón de un arma pueda dejar helada la nuca.
Y si se negocia, ¿con quién ha de hacerse? ¿Quién va a representar a los etarras? ¿No será llegado el momento de la verdad, la hora de los batasunos como voz necesaria para entenderse con la banda terrorista? Si hablamos de terminar con el problema definitivamente y a través de una negociación, el grupo político más cercano a ETA no será el que deba estar ahí por pura necesidad estratégica. Si Herri Batasuna es ilegal, ¿acaso no lo es ETA? Si hubo intentos de acercarse a la banda terrorista por parte de todos los gobiernos democráticos que tuvimos anteriormente, ¿por qué se insiste en convencernos de que ahora no puede ni debe hacerse lo propio bajo ningún concepto?
Sería muy triste descubrir que los intereses políticos que buscan permanentemente el perfume embriagador de la Moncloa sean los que estén moviendo los hilos del escenario social español.

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