Recordando al gran Wili con suma tristeza, pero con la alegría de haberlo conocido, reproduzco un artículo publicado en el periódico TRIBUNA DE SALAMANCA el 22 de agosto de 2003.
Lo lamentable es que mis predicciones se han cumplido y una vez más se nos fue uno de los ilustres personajes de esta tierra, con un tesoro de recuerdos irrecuperables.
Amigo Wili, donde estés, porque has de estar, sigue contándole al viento y a la luz de las estrellas lo que sabes...que hemos de reunirnos y mirar juntos el índice de tu pasión inacabada hasta darnos a conocer lo que atesoras.
Descansa en paz y en la paz de la memoria, te prometo, que tendrás un lugar hasta que volvamos a encontrarnos...
Wilii
primero el grande
Salamanca es una ciudad que en si misma engendra
unos peculiares vínculos con cierta gente de renombre, que en cada momento
histórico ha venido avalando su fama de
epicentro cultural del suelo patrio. Si damos un repaso por las distintas
épocas vividas por nuestra fecunda universidad en el pasado, nos encontraremos
con esos nombres casi míticos de la literatura y del pensamiento, que aquí y
desde aquí, dejaron su sello inconfundible sobre las páginas inolvidables de la
historia.
Otras gentes engrandecieron
nuestro entorno con su personalidad, y al irse dejaron entre estas piedras un
recuerdo de su paso inolvidable. En años recientes podíamos destacar o recordar
a Gonzalo Torrente Ballester o Enrique de Sena. El primero como gran novelista,
reconocido por todos, y el segundo como periodista y experto conocedor de los
avatares curiosos y posiblemente desconocidos de la reciente historia de la
ciudad.
En la actualidad Salamanca
no es ajena a otros personajes dignos de ser mencionados por su labor destacada
en los distintos campos de la investigación, la literatura o el ensayo. Los
doctores Barbacid y Santos, el Director de la Real Academia de la Lengua don Víctor
García de la Concha, el pensador y humanista don Alfonso Ortega Carmona, o ese
poeta ya reconocido como uno de los más importantes del panorama literario
actual como es don Antonio Colinas. Seguro que hay más personajes dignos de ser
mencionados. Seguro
Hoy quiero
destacar y recordar a ese tipo extraordinario y buena gente, que es Don Guillermo
Herráez, más conocido, o muy conocido como el gran Wili. Generador de simpatía
por su forma de ser abierta, y sobre todo por ese cariño que de el eclosiona
cuando te lo encuentras desnudando con pasión callejuelas, frisos o esquinas.
Su único afán, es el de seguir gestionando un aprendizaje continuo sobre
cualquier aspecto de la ciudad y su historia, sus gentes y sus recuerdos.
Sus
chascarrillos como el dice, nos sorprenden a veces por descubrirnos aspectos
extraños y desconocidos de cualquier calle, blasón o ventana que no queda ajena
al galeno autodidacta y estudioso. Filósofo de las cosas sencillas de siempre,
es un ameno compañero de tertulia a pie de calle, cuando te expone la nueva
anécdota descubierta, o el último recuerdo curioso sobre algún pedante
protagonista del señorío charro.
Su sonrisa
suele ser abiertamente cómplice, al destapar el desconocimiento supino que uno
padece sobre las tradiciones o los pulsos íntimos de la ciudad, presintiéndose
en él cierto gozo entrañable, cuando te explica con rigor detallado sus últimos
descubrimientos.
Como amigo,
es un tipo cercano que se merece el halago y el más entrañable de los
reconocimientos. Como personaje único e intransferible, empieza a reivindicar
una atención más acertada de las instituciones públicas de la ciudad. En esto
Salamanca sigue dando la nota. No es posible que alguien con una memoria
infalible y fiable como la suya, no esté ya confeccionando sus memorias para
que no queden perdidas en la tarde de los tiempos, puntualizaciones, anécdotas,
e historietas que puedan hacernos ver nuestra historia cuando menos de una
forma diferente y divertida.
Por eso
recuerdo con rabia en este atardecer helmínticamente raro, a Enrique de Sena, o
Antonio Lucas Verdú, entre otros, como fuentes que hemos dejado en olvido sin
haber logrado saciar en ellas nuestra pobre sed de ilustración cercana.
El caso es
que al gran Wili, lo tenemos ahí, dispuesto a introducirnos el dedo en la
llaga, a poco que le insistamos. Si esto no ocurre, gracias una vez más a que
son como son, los que tienen poder para llevar a cabo estos proyectos
culturales, para mi imprescindibles, al menos seguiremos gozando los amigos y
conocidos, de su implacable disponibilidad a hacernos más agradable la vida. No
puedo terminar amigo Wili, sin la osadía de erigirme en portavoz de tus
innumerables amigos para darte las gracias de forma pública por ser quien eres
en este mundo demencial donde seguimos fabricando como auténticos idiotas la
incomunicación y la apatía.
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