Insistentemente
me pregunto estos días, a cuento de qué se llama esta parte privilegiada de la
tierra mundo civilizado; qué es o para qué sirve lo que se entiende por
cultura y progreso; si tienen algo que envidiarnos los últimos reductos de esas
tribus perdidas del Amazonas que viven exclusivamente para ser felices desde el
desconocimiento material de las cosas que para nosotros son absurdamente
imprescindibles.
¿Qué hacemos en este lado
privilegiado del mapa con todo lo que nos sobra? Y si nos sobra, ¿cómo es
posible que aquí muchos de los nuestros estén subsistiendo también en penuria?
Si en esta
zona de la finca occidental, se da la paradoja incomprensible de que a la
sombra de las ostentosas fachadas de los ricos más ricos, malviven los pobres
más pobres, ¿qué nos van a importar las gentes o pueblos de los países lejanos
de los últimos mundos?
La palabra
solidaridad en este rincón del planeta no es más que una falacia que diseca en
los labios hipócritas cualquier intención o principio. Simplemente somos meros
marchantes que venden en el mercado de la vida palabras vacías de contenido,
mentiras y raquíticas intenciones que se evaporan de pronto hasta no ser ni
recuerdo.
Solamente
los ensayos belicistas, (demencial obertura de la opereta penúltima de muerte),
han quemado miles de dólares en los páramos desiertos para nada. Dietas y
sueldos de privilegiados soldados que pueden honrar a la patria más patria de
todas las patrias con sus cocacolas sonrisas, mientras se derrocha
combustible y munición en pro del gran estreno mundial que puso en escena el
último drama en el gran teatro de oriente.
Cuando
interesa, las distancias se acortan. Se nos insiste en que la tierra es un
feudo común con apenas dos lindes que nos separan por nada. Hasta Internet simula
ser un balcón por el que asomarse para tocar al vecino de cualquier país del
mundo sin despeinarse el tupé.
Pero todo es
un engaño, una fábrica de milongas que cada vez nos ahueca más la mentira en el
alma. La verdad es que nos importa un cuerno de pato viudo lo que va más allá
de nuestras propias viviendas. Si incluso ya en la familia hay disidencias y
alejamientos, ¿qué pueden importarnos los hermanos haraposos que arrastran su
pena por los países más empobrecidos del planeta?
Este tiempo
de las conquistas informáticas muestra de forma más acentuada el gran fracaso
del hombre que somete al hombre, del hombre bestia con risa de metacrilato que
es capaz de apretar el botón lanzamisiles mientras acuna -si cuadra- en sus
brazos a un niño.
Niños del
hambre y la guerra, pordioseros del mundo sin nada. Pechos secos de las madres
más dondias que amanecieron en cualquier esquina del planeta preguntando
seguramente por nosotros.
Tierras
olvidadas sobre el mundial mapa de los caprichos señoriales. Tierras inexistentes
para el gran jefe yanqui y los cuatro imbéciles adeptos, que por el petróleo
han sido capaces de inundar la pista del circo con demasiada sangre inocente.
Publicado en : http://salamancartvaldia.es/not/41086/-ferial-humano/
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