La fotografía, cuando se entiende como una prolongación experimental
de los adentros, se transforma en un medio de expresión fascinante.
No es la posesión de los mejores artilugios fotográficos del momento,
lo que hace que podamos acercarnos al significado artístico que la
fotografía encierra, cuando se convierte en ese caudal de sentimientos y
atracciones, capaces de despertar la emoción más cautivadora y
profunda.
Si a un buen cuerpo le acoplamos los objetivos más convenientes que
puedan encontrarse en el mercado, seguro que conseguiremos unas
instantáneas excelentes, aunque en la mayoría de los casos solo habrá
una calidad mecánica, sin vida. Frías reproducciones que pueden
servirnos únicamente para recordar un momento que forma parte del
pasado, un momento sin trascendencia alguna que traspase los recintos
del interés personal.
El enigma, como gran ceremonia del arte, empieza cuando se nos
encienden los parámetros de las sensaciones que fruncen, en lo más
dentro de nosotros mismos, estremecimientos enigmáticos, llenos de
irrefrenables vibraciones. Todo porque, a la frialdad de una máquina, se
le ha acoplado una mirada, que consigue trasmitirnos un pálpito de
indagaciones, de esencias, que solo puede descifrar el misterioso
lenguaje del alma. Entonces se produce la mágica pincelada del instante
prodigioso, del momento paralizado que abraza y acoge el denso y
espectacular paisaje de la acogida.
El mismo asombro que experimento al descubrir a un poeta, cuando
logro captar sus ensoñaciones, es el que observé al encontrarme con
Manuel López Martín. Un fotógrafo que vive para recolectar instantes,
como si estos fuesen imprescindibles alientos, que sustentan el estado
de la necesidad, que bulle como elemento motriz de su incombustible
entusiasmo.
Su fotografía forma parte indivisible de su personalidad, de una
personalidad extrovertida, llena de matices, que confluyen en ese
sentido de la observación permanente, que le obliga a captar una y otra
vez el maravilloso mundo del hábitat que le rodea. Cercos y confluencias
donde el artista nace y se hace, explorando como método de subsistencia
su propia actividad creativa.
Lo dice muy bien cuando se le pregunta qué es para él la fotografía: Es
mi forma de expresarme. Trato de comunicar un estado emocional que
busca la complicidad de otras miradas que puedan ver y entender lo que
surgió en un determinado instante.
Estas son las claves del génesis creativo que estimula y atrapa a
quienes tienen la fortuna de vivir la experiencia del arte como un
imparable impulso de la necesidad humana. Después viene, (como decía
hace años, el poeta salmantino Félix Grande García) la técnica y todos
los componentes necesarios que buscan la perfección o el grado sumo de
la sugerencia. Y es que poesía y fotografía pueden complementarse
perfectamente, cuando el sentido de ensoñación que ambas procesan,
confluyen en los mismos aledaños de la emotividad que ayuda al hombre a
crecer como persona.
En el caso que nos ocupa, puede afirmarse que nuestro protagonista,
hace años que empezó a forjar esa idiosincrasia que lo va definiendo
como un hombre de intensa indagación de la vida. La vida como exposición
permanente, a la espera de esa mirada provocadora de la cohabitación
con nuevos hallazgos, que sólo la gente privilegiada, como es el caso de
Manuel López Martín, puede descubrir para nosotros.
La fotografía de este desnudador de la realidad que nos
circunda, ha sido reconocida con diferentes premios a su buen hacer como
fotógrafo a lo largo de estos años, aunque tales galardones no pueden
suplir, en ningún caso, el recorrido que él persigue, para seguir
compartiendo con nosotros la estrategia imparable de su indagación.
Momentos únicos en los que queda paralizado el latido para recrear
pertenencias y atavíos de su incitador universo de luces y matices. Un
espacio donde la sensibilidad de una observación única, puede emitir,
cual si fuera la de un avezado pintor, los imperturbables trazos que
llenan de estremecimientos vitales la virginal estancia de un lienzo.
Manuel López Martín, esta tarde, nos mostrará un nuevo montaje
fotográfico para que podamos disfrutar de las últimas aportaciones que
ha incorporado a su interesante obra. La proyección se llevará a cabo a
las 20:15 en el Colegio de Enfermería, sito en la calle Dimas Madariaga.
Un buen momento para citarnos con este fotógrafo, que sabe mirar,
como pocos, el plural contenido de esos instantes, que seguramente solo
existen para ser captados por el artista.
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