Qué
lejos van quedando aquellos tiempos de las implacables prohibiciones, donde aquellos
meticulosos matasanos no permitían introducir ni un bocata de jamón con aroma a
bar atabacado. Se trataba de no
contaminar a los pacientes, bien alimentados en los hospitales de la cosa
pública, con antojadizas viandas que podían joder la mejoría.
Y
como ahora anda manga por hombro el sistema de salud, los galenos te ruegan que
lleves de casa proteínas al paciente para que pueda salir de la hambruna
hospitalaria. Oye tú… y que a nadie le importa si se queda en el plato esa sopa
aguada que te ponen, que ni siquiera por casualidad se encontró en sus
calenturas con un hueso.
Hasta
ese punto han ido cortando las tijeras, en manos de esta banda de sastrecillos
de poca monta, que faltan dos pespuntes para dejarnos por ahí, tiene montorinos la cosa, en cueros.
Claro
que mucho peor, dramáticamente peor, es comprobar cómo la orquesta médica va
tocando la sinfonía que marcan los directores de la parodia nacional sin decir
ni mu. Vamos, que no se puede malgastar con el enfermo siquiátrico, por poner
un ejemplo, lo que cuesta una inyección cada quince días.
El
caso es que este país se ha convertido, gracias a los que se lo han llevado
crudo durante años, bajo la cómplice mirada de muchos consentidores que
callaron, en una charanga. Y es que gracias a esta banda de hijos de puta este
país es mucho peor que miserable, pues la pobreza es ya un azote que fustiga a
miles de niños, que andan buceando en la hambruna. Es decir, que en España,
mientras Rajoy y sus autonómicas comparsas estiran el cuello haciéndonos creer
que los brotes verdes empiezan a crecen como los abrigos de visón por las
aceras, hay niños que se van, llegando el anochecer, al catre sin cenar.
Me
cuenta alguien cercano, que se palpa el dramatismo en los ojos de los escolares
de primaria que acuden, buscando apoyo a los locales de Cruz Roja, como a otras
tantas ONG que están supliendo la acción gubernamental medio alelada. Es
tremendamente impactante, me cuentan, ver a esas benditas criaturas saborear la
merienda que será el único alimento que se lleven a la boca para rematar el
día, como si fueran, -¡Dios mío!- que lo son, niños españoles del tercer mundo,
de un mundo en el que siguen sacando pecho quienes han inventando esta
calamitosa crisis para ajustar seguramente con más certero tino el compás de
sus ganancias.
La
Sanidad y la Enseñanza, baluartes imprescindibles de la sociedad, cayeron hace
tiempo en las garras de la manipulación perenne que aviva el interés particular
de unos cuantos ceporros adinerados que buscan, en la especulación de las
privatizaciones, expandir el negocio familiar de los de siempre.
Y
mientras tanto la economía sumergida se extiende como una alfombra para que los
listos critiquen a los desempleados que untan de grasa el dedo, mientras
adinerados lugartenientes de la cosa nuestra, siguen inflando con la gran
tajada, que es más que consentida, sus orondas barrigas triperas.
Pero
menos mal que nuestra gran fortuna se acerca en forma de elecciones y ya huele
a promesa en el ático nacional donde se cuece la bobada que atolondra.
Eso
sí, mientras los recortes en investigación, enseñanza, sanidad, etc., etc.,
etc., siguen acentuando la recoña política de este país, sube el presupuesto
destinado a los partidos políticos, creciendo de forma alarmante, parece ser,
en forma de momio, como siempre, el gran circo de asesores.
Y
si esta es poca tela, que no sean precisos para gobernar los votos
nacionalistas, que volveremos a las andadas, y aunque de hambre se nos joda el
buche, a las dos autonosuyas más
importantes las volveremos a poner en casa.
Es
lo único importante, gobernar, gobernar y gobernar; lo demás, ¿qué más da…?
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