Internacional
El último misionero español en Siria
Día 28/05/2013 - 13.28h
Romualdo Fernández, un franciscano de Zamora, quiere permanecer en Siria a pesar de la guerra para apoyar a la comunidad cristiana «en el momento que más nos necesita»
Celebración de la primera comunión en la iglesia del barrio
de Tabale, una zona humilde mixta, musulmana y cristiana, a las puertas
de la Ciudad Vieja de Damasco. El padre Romualdo Fernández, último
misionero español en Siria, acompaña a los pequeños en este día tan
señalado en el que la iglesia se queda pequeña para acoger a todos los
familiares. Zamorano de 76 años, este sacerdote es responsable de la Custodia Franciscana en Damasco desde 1992
y no piensa moverse porque «este es el momento cuando más nos necesitan
los cristianos de Oriente Medio». Siria es su última parada tras haber
pasado antes por Israel y los Territorios Palestinos y Egipto y sigue con preocupación el levantamiento contra Bashar Al Assad
que ha puesto a los cristianos, que representan el diez por ciento de
la población del país, en el punto de mira. Tras más de una hora de
ceremonia, el padre felicita a los pequeños, vuelve a lucir la
tradicional sotana marrón franciscana y se acomoda en el despacho desde
donde dirige el santuario dedicado a la conversión de San Pablo.
«No tengo miedo, pero está claro que corremos un grave peligro como ya ocurriera en Irak»,
asegura mientras recuerda que «en estos momentos hay dos sacerdotes y
dos obispos secuestrados al norte del país y nadie ha hecho nada por
ellos. Seguro que si se tratara de un periodista hubiera habido más
movimiento en la diplomacia internacional. Nos sentimos abandonados,
sobre todo por algunos países a los que se les llena la boca hablando
de derechos humanos, pero que luego no hacen nada». Su discurso es
directo y en sus reflexiones sobre la situación siempre aparece
constantemente el nombre de Turquía, «un país que tiene la llave de
todo, pero al que nadie le pide cuentas por su comportamiento en este
conflicto».
El 23 de abril el obispo metropolitano de Alepo y
Alejandría, Bulos Yaziji, y el siríaco ortodoxo de Alepo, Yuhanna
Ibrahim, fueron capturados por un grupo armado cuando viajaban en coche
por el norte de Siria, cerca de Turquía. Los asaltantes mataron al sacerdote que conducía el vehículo y se llevaron a los dos líderes religiosos que
acudían a intermediar en la liberación de otros dos sacerdotes
secuestrados. «Piden que el Gobierno de Assad ofrezca alguna recompensa o
libere presos a cambio, pero es un error porque la iglesia no tiene
relación con el gobierno», repite Romualdo, que se muestra indignado por
el «apoyo abierto de Europa desde el comienzo a los salafistas» de la
oposición armada, un apoyo que se debe a «su desconocimiento de la
situación sobre el terreno».
El párroco libanés Jan Khayed, junto al franciscano,
subraya que, pese a las acusaciones por parte de la oposición armada a
la cúpula cristiana por su no adhesión al levantamiento, «nuestra
comunidad camina de la mano de toda la nación y, en caso de plebiscito,
cada uno es libre de votar lo que considere oportuno». Los cristianos en
Siria (ortodoxos, siríacos, maronitas, católicos de rito armenio…)
representan el 10 por ciento de la población y desde el comienzo de la crisis la jerarquía ha intentado mantenerse neutral
en un conflicto que les ha golpeado de forma directa en forma de coches
bomba contra sus comunidades, el asesinato de al menos tres sacerdotes y
varios secuestros.
El espejo iraquí
La falta de seguridad y el miedo a la amenaza que de grupos
fundamentalistas han llevado a los cristianos, con permiso de las
autoridades, a formar milicias que se encargan de la protección de sus
barrios en la capital y periferia. El ejemplo de Irak está muy fresco en
las mentes de los cristianos que han visto como en el país vecino apenas quedan 400.000 del más de millón y medio de fieles que había hasta la caída de Sadam Husein en 2003.
«Lo que pedimos a Occidente es lo mismo que ya dijo el Papa, por favor,
no envíen armas a Siria, sino mensajes de paz», concluye Romualdo.
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