26 de mayo de 2013

EL ADELANTO… HA MUERTO





J. M.  Ferreira Cunquero

Foto: Elena Díaz Santana.
Comenzaba mi intervención, en el acto poético sobre INVITACIÓN AL HOMBRE, hace unos días, en la Sala de la Palabra, recordando con todo mi dolor el que parece ser cierre definitivo del diario El Adelanto de Salamanca y el de Zamora.

No podía ser de otra forma: en un ceremonial poético, donde la palabra tiene ataduras de libertad con los entresijos más profundos que ennoblecen y encumbran al hombre.
Ha muerto El Adelanto. Y lo intolerable es que no hay funeral, ni podemos dar el pésame a familiares y allegados, porque el periódico señero en la ciudad del Tormes ha sido envenenado lentamente hasta ser abducido por el misterioso vampirismo empresarial que suele joder en estos tiempos todo lo que toca.

Lo que sí nos queda es una sepultura llena de vida en las hemerotecas, donde felizmente podemos descubrir, cómo en su periplo glorioso, las grandes firmas de cada momento, en esta ciudad, dejaron su huella. Un recuerdo vivo que puede demostrarnos que El Adelanto fue refugio y altavoz de cierta libertad inteligente en los momentos cumbres de la España silenciosa.

Pero ahora, triste cuestión es esta de no poder acudir a un sepelio como Dios manda, con misa oficiada por mil curas y veinte coros de plañideras. Pero el duelo va a ser largo porque no hay sufridos, ni dolientes protectores representando todo lo que significa El Adelanto en las puertas de un tanatorio al uso. Aquí no hay más que PRIMOS lejanos y CUÑADÍSIMOS personajes, a quienes les importó un huevo de asno trotamundos que el periódico más antiguo de Salamanca (140 tacos tenía el pobre) se fuese a la papelera de los sueños.

Lo que sí hay al lado del cadáver, que va secando la tinta ya en sus venas, es mucho dolor en quienes lo han cuidado con sumo mimo en la UVI de las trastiendas, donde ya el esfuerzo presumía las agónicas  componendas empresariales de la chapuza, que ahogaban bajo cuerda al finado.

Por ello, mi abrazo fuerte, largo y con verdad quiere atrapar en su cercanía a todos y cada uno de los que han hecho posible sacar a la luz un diario que venía oliendo a muerte desde hace meses; a todos los que con sumo mimo trataron a la criatura mientras eran traicionados sus contratos de forma alevosa y evidente; a todos los que han estado de este lado de la barra, en la que otros servían silenciosamente el veneno; y a todos, gracias, inmensas gracias por haber cuidado mis palabras tal como si hubieran sido vuestras.

Mi cajón, EL CAJÓN DE LOS RUIDOS, lo acabo de romper a martillazos con la ira que ha irrumpido al sentirme menos libre. Y es que con 12 años publiqué mi primer artículo (ya lo he contado muchas veces) de la mano de Enrique de Sena y siempre he pensado que en la  vejez (ya no tan lejana) vería la luz el último desgarro de esta necesidad que nos hace escribir a cambio de nada a los locos de la pluma.

Pero ya no será posible. MI CAJÓN DE LOS RUIDOS ha sido quemado en la hoguera de una rabia incontenible. Todo porque ha muerto El Adelanto sin que nos hayan dejado presenciar dónde ni cuándo fueron esparcidas sus cenizas.

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