5 de abril de 2013

VERGÜENZA MUNDIAL A TOPE




J. M. Ferreira Cunquero


Es una bestialidad insufrible que miles de niños, cada segundo, sigan muriendo de hambre, mientras en nuestras casas las vídeo-consola se empeñan en fabricar idílicos territorios, donde se licencian los más pequeños en la argucia banal de la conquista de más cosas.
La desfachatez de nuestro escaso sentido común, a la hora de repartir con nuestros semejantes lo que nos sobra en los silos de la desvergüenza mundial -¿civilizada?-, debería por lo menos marcarnos el rostro con la huella de la permanente hipocresía que vestimos. Muchas de las grandes fortunas crecieron esquilmando la materia prima de los países que ahora se estrangulan en la miseria.
La ausencia de un programa mundial que comprometa a los países más ricos en la erradicación del hambre y de todas las lacras que subsisten alrededor de la pobreza, es cuando menos un insulto a la razón humana.
Las ONG’s y todos los hombres y mujeres entregados a la noble causa de los pobres no bastan para fulminar las escalofriantes desdichas que sufren,  simplemente por nuestro olvido,  millones de seres humanos.
Es tremendo saber que hoy es posible acabar, por medio de los recursos y los avances tecnológicos, con la pobreza, si la voluntad política desmantelase el discurso vacío del largo plazo permanente y todos los países que nadan en la abundancia elevasen el mísero porcentaje de su producto interior bruto, condonando esa deuda creciente que ahoga las paupérrimas economías de los menesterosos países de la tierra.
A este lado del jardín, el primero de los mundos se regodea en la escalada materialista que nos ha sumido en el absurdo afán del consumo. Cegados por esa ilusión consumista que nos apresa, distorsionando lo que somos, no podemos ver, cuando ya no existen distancias, esas manos vacías que nos tienden los pueblos que suplican algo más que una mísera limosna.
El vergonzoso incumplimiento de los objetivos marcados por los organismos oficiales y las palabras preñadas de hipocresía delatan la irresponsabilidad de quienes se jactan prepotentemente de ser los dueños intocables del planeta.

Publicado en diario El Adelanto de Salamanca 05.04.13

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