6 de febrero de 2013

MUSEO DE SEVERIANO GRANDE





J. M. Ferreira Cunquero

Me ha sorprendido gratamente el museo que en Mozarbez albergará la obra del escultor salmantino Severiano Grande García.
Lo que más me ha llamado la atención es esa pirámide, que se alza sobre el epicentro museístico, captando la luz que matizará suavemente los rostros imperecederos, que cobraron vida al sentir el golpe magistral de quien para mí es uno de los grandes escultores de nuestro tiempo.
Esa forma piramidal que se puede ver desde la carretera, me ha impresionado, no por la idea, sino porque Severiano hace ya mucho tiempo, la tenía diseñada como parte inseparable de su obra. Llegué a ver dibujos y todo el proyecto de una fundación, que ahora se hará por fin realidad.
Como es mejor no exponer los entresijos del museo, solamente añado, refiriéndome al mismo, que ha sido integrado de forma muy conveniente en un entorno que aglomera el terruño rojizo y la pizarra. La naturaleza virgen, tras las grandiosas cristaleras, como abrazo, acogerá las esculturas, que sin trampa ni cartón han surgido de la dura materia que domina como pocos el relevante escultor serrano.
Lo que sí he de resaltar, es que un edificio de esta envergadura no puede dormirse en los laureles de los tinglados administrativos, donde se paralizan las intenciones de forma inoportuna. Los remates que faltan para que el Museo de Grande García abra sus puertas, no deben sufrir demora alguna y menos cuando la inversión que se ha hecho en el mismo es más que significativa.
En el recinto espiritual del arte, (sus estudios) donde Severiano habla con las piedras, he vuelto a percatarme de que, a medida que pasa el tiempo, el artista regenera la ilusión que nos hace suponer otros designios.
Las nuevas esculturas del maestro de Escurial llevan el sello una vez más de quien a golpe de ingenio maneja el volátil impulso de una ensoñación asombrosa. Y es que la faceta poética de Severiano Grande (lo podemos ver en su Tormo Rojo) como una mística de instantes trascendentes, estimula el golpe certero sobre la materia hostil, hasta que esta es trasformada por el escultor en una realidad artística, que mueve y fecunda en lo más dentro de nuestros silencios la intocable emoción que nos devuelve la vida.
Junto a él he vuelto a sentirme en el Museo del Cairo cuando fui testigo de su pertenencia emocional al ámbito, donde lo grandioso lleva la huella de una escultura, que se nos antoja parte de un mundo artístico inverosímil.
Y mientras tanto la película Animal Piedra, de la que Severiano Grande fue protagonista, está inmersa en los últimos remates para su estreno. En ella, según me ha llegado algún apunte, Severiano no solo demuestra su portentoso poderío sobre la dura piedra, sino que el espíritu del actor ha resurgido en él como perenne vivencia de sus andanzas teatrales, en sus años mozos, por los pueblos de la Sierra de Francia.
Ahora que acaba de dejarnos su gran amigo Miguel Ferrer Blanco, no puedo por menos que recordar lo que un día afirmara tan erudito personaje: Severiano es uno de los grandes diamantes de la escultura actual, por esto, es intolerable que no haya esculpido todavía uno de los medallones de la Plaza Mayor.  
Pese a esta intolerable injusticia, que otros doctos amigos reiteran, lo importante es que Severiano Grande García, tiene mucho que decir, mucho que hacer para que el tiempo testifique, que junto a él, estamos viviendo una de las mejores etapas, en talla directa, de la escultura salmantina.

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