18 de mayo de 2011

¿POR QUÉ EN VEZ DE VOTAR, LOS BOTAMOS?



J. M. Ferreira Cunquero

La pregunta que nos hacemos cada vez más gente es cómo puede estar esa muchedumbre del paro tan silenciada, o cómo es posible que una gran parte de la juventud siga inmersa en el círculo vicioso de la parsimonia, mientras estos políticos de la memez se pegan bañitos de multitud (entre comillas) ante sus seguidores.
Es hasta ridículo ya el carnavalesco montaje de los mítines, donde los adeptos jalean a sus dioses con banderitas unicolores, como si en ello les fuese la vida, mientras tratan de vendernos la cafetera que, por vetusta, ya no es capaz de fabricar un café.
Claro que con esto del internet y los móviles, en cuatro días se puede montar el garito de la protesta bestial tratando de poner las cosas en su sitio. Y esto ha empezado a esbozarse como un primer apunte de un reproche hacia lo que tenemos, que no es otra cosa que un panorama desolador en el que prima el interés mercantilista de los poderosos, frente a dos grandes partidos incompetentes para gestionar una movida laboral que dé trabajo a casi cinco millones de españoles. El 15 M ya sabemos cómo ha empezado, sin poder predecir en este momento hacia dónde, ni cómo puede discurrir su juvenil embrión. Y es que nuestra democracia no puede seguir permitiéndose este lujo de los ineptos que hacen voto de obediencia al partido de marras por esas poltronas del chollo. Partidos mangoneados por las corrientes mayoritarias que distribuyen a su antojo el poder y las prebendas.
¿Y a mí qué narices me importan esos califatos, que son un verdadero insulto a la propia democracia? ¿Qué carajos pueden importarme quienes ahora me prometen cada medio minuto mil propuestas imposibles?
Los que vienen montándose en la burra desde siempre, se anuncian ahora como un relevo impresionante, cuando por todos es sabido que lo único que van a modificar es el pesebre donde trajinarse el almuerzo.
Y claro, en este guirigay de la ridiculez política de la ESO aparecen los pelotas de turno y toda la caterva de oportunistas que apostando a jamelgo ganador traicionan a quienes han venido siendo sus valedores o mecenas a la hora de trincar cacho en la mesa de las baratijas personales.
Pese a toda esta clase de discrepancias con los políticos que padecemos como un quiste en los cochiruelos, siempre se me vienen a esta pobre memoria (cada vez más selectiva) las lecheras llenas de maderos repartiendo hostias por las ramblas de Barcelona. Por esto volveré a votar, mientras sueño que ha de acercarse, por el bien de todos, la revolución de los inconformistas; compatriotas que han de modificar este sistema democrático amanerado, en el que un montón de listos se las apañan una y otra vez para aplastar a quienes, por preparación y compostura, podrían tocar la mágica tecla, que puede y debe darnos de una vez el poder al pueblo. Un poder que nos aporte el derecho a rebatir y cuestionar de forma práctica en cualquier momento los deslices de esta clase política cada vez más en entredicho.
Votar cada dos años es poca cosa frente a lo que nos pertenece como valedores del sistema democrático.
 Y como no son tiempos estos para jugar con el futuro veloz que nos succiona, no estaría mal que las listas abiertas, de una puñetera vez, nos diesen la oportunidad de cargarnos a todo ese tropel de mediocres que se lo van a montar a cuenta de nuestro benevolente estado de mansedumbre. Vamos…, por poner un ejemplo.

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