4 de agosto de 2006

Y ahora el Líbano…



J. M. Ferreira Cunquero*

El padre franciscano Romualdo Fernández Ferreira lleva ligado a las misiones en Tierra Santa desde hace sesenta años. Ha vivido en Israel, Egipto, Jordania, Líbano y Siria, ostentando las máximas responsabilidades de esa orden tan respetada y reconocida en el oriente próximo. Ha sido testigo a lo largo de los años de guerras y provocaciones, sufriendo en sus carnes, como todos los franciscanos de la zona, el profundo dolor que brota del odio. Reside en Damasco, donde regenta un centro residencial para peregrinos que llegan de todas las partes del mundo, siguiendo la atractiva huella del apóstol San Pablo. Ha de viajar a Beirut una vez al mes para compartir con los franciscanos del Líbano vivencias y necesidades en esa misión apostólica que viene desarrollándose en los santos lugares, por la orden franciscana, desde hace -se dice pronto- seiscientos años.
De la mano de fray Romualdo conocí Siria y junto a él a lo largo de mucho tiempo de relación, he ido aprendiendo a reconocer algo que él reitera muy acertadamente en el diario “La Opinión” de Zamora, al describir la situación del Líbano, como “un horror de hombres contra hombres”.
Quienes llegan a la capital siriana, con el miedo en sus rostros, describen horrorizados la devastación total que Israel está llevando a cabo con su imponente maquinaria de guerra en el Líbano.
¿Cuándo dejaremos de ser tan hipócritas en este camino indolente, en el que el grito del hombre que sufre la injusticia nos suena de una u otra forma dependiendo de donde brote? Si terrorismo es poner una bomba en un autobús en Jerusalén, ¿no es de la misma forma injustificable el terrorismo que trata de quebrantar una sociedad civil desarmada, en nombre de supuestos derechos de estado?
Cada vez cuesta más encontrar diferencias entre el terrorismo de Hezbolá y la repugnante actuación israelita. Cuando las bombas indiscriminadamente derrumban infraestructuras, asolando edificios y todo lo que pueda permitir el desarrollo normal de la vida humana, hemos de reconocer los mismos trasfondos de la sinrazón terrorista.
Nuestro ridículo más demencial permite esta continua vejación de los derechos humanos, situándonos como palmeros de un montaje circense, que ha comenzado a representar, sobre el constreñido escenario del mundo, posiblemente nuestra propia hecatombe.
Después de haber sido asesinados, presuntamente por Israel, de forma deliberada en el Líbano, sus cuatro observadores, la ONU sigue caminando de puntillas con su frágil figura de cristal herido, mostrándonos su lamentable caricatura de marioneta que danza solamente en manos de quienes mueven los hilos de los más asquerosos intereses mundanos.
Y para que no falte de nada, increíblemente Aznar se ha mostrado partidario de que la OTAN bombardease el Líbano en el caso de que Israel formase parte de la Alianza Atlántica. Aznar, más que chochear, sigue rescatándonos su continuo e inolvidable desliz amoroso con la trupe que Bush contrató en las Azores para montar aquella verbena belicista, con sonidos de bombas inexistentes y preventivas actuaciones demenciales que sólo han servido para convulsionar más la zona.
Mientras las torpezas humanas siguen su curso, el único misionero español en Siria seguirá entregado a los demás en su continua y encomiable acción humanitaria, tratando de ayudar y sentir como suyo el sufrimiento de quienes padecen el éxodo lamentable e injusto que surge de este estado permanente de locura. A fray Romualdo, me lo decía hace unas fechas, le duele el Líbano en lo más hondo pues, a parte de ser un país muy atractivo desde diversos puntos de vista, sus gentes son tan buenas y tan respetables como las de cualquier otro lugar del mundo.
Algún día he de recordar en mi cajón de los ruidos a este fraile zamorano que merece la pena ser conocido por todos…

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