14 de abril de 2022

SEÑOR DE LOS ARRABALES VOZ DEL AMOR Y DE LA PAZ


El Cristo del Amor y de la Paz junto a J. M. Ferreira Cunquero, en el Pregón de la Semana Santa del año 2015. Foto: Manuel López Martín

 

A José Martín y a mi padre, primeros hermanos

de paso del Cristo del Amor y de la Paz y a todos

lo que soportaron, Señor, tu peso aquella noche del año 1971

y a mis hermanos, que en este 2022, hoy junto a ti  vestirán

 con hondura blanca el corazón de la ciudad eterna.

 Allí estaba metido en la mocedad sencilla de aquellos años embebidos en negruras de libertad ausente. En mis manos un farol envejecido por los añejos tiempos repletos de vivencias alistanas. Farol que alumbró sobrados en Figueruela, rústicos caminos por la sierra entre aullidos de lobos y senderos sencillos con perfume a ganado y labranza.

Tú, Señor, eres el de siempre, el que vi desde la niñez a mi lado, vigía de mi torpe andar por la vida y por tantos trechos empeñados en borrar tu nombre.

Y allí torno para verte sobre aquellas diminutas andas, preparado para brotar del templo como flor de primavera que soñábamos plantar en el jardín de la historia…

Cuando llegó el momento, aquellos chavales que pensaban recorrer contigo sobre sus hombros los ámbitos de la ciudad que soñaba tallar tu sombra en sus piedras, no podían soportar el peso mal calculado de aquel soporte propio de una festividad de pueblo.

Pero el impulso juvenil hizo posible tu salida de la iglesia entre aplausos de aquellas buenas gentes que, a tu lado, ahora, en el reino de la paz más allá de la vida, seguramente recuerden conmigo aquellas primeras horas de la gélida noche del año 1971 por las calles salmantinas.

Tus primeros hermanos de paso fueron José Martín (hijo de Leonor, la afamada curandera que sanó tantos huesos y dolores del alma enferma), Leandro Rodero (de la extinta Electra salmantina) mi padre y un montón de hijos del Arrabal del Puente, del Barrio de La Vega y de San Buenaventura. Ellos hicieron posible que iniciases tu caminar por las calles, que ahora, Salamanca pone a tus pies en esa vía dolorosa urbana que te acoge y te acuna en el clamor de sus tesoros.

Ellos, a tu lado, caminarán esta noche junto a mis hermanos vistiendo el hábito de la eternidad. Pepe, querido y recordado vecino de la manzana 6 de la Vega, junto a mi padre, recordarán como nació de verdad, de la única verdad esta Hermandad que se honra en llevarte por los recorridos de la noche abierta, que enciende en lunas de amor, los feudos más profundos del alma.

Y junto a ellos, Teófilo Rodríguez (al que recordé en mi pregón de la Semana Santa de Salamanca con toda mi fuerza y mi cariño) y Carlos, su hijo, etéreamente formarán parte de la banda de la Cruz Roja, a la que tanto le debe esta Semana Santa olvidadiza con quienes la mantuvieron en los tiempos convulsos de su propia decadencia.

Esta tarde, Señor, volverá el Tormes a sentir en su cauce tu difuminada sombra en sus adentros acunándote en sus aguas y los lienzos monumentales, abrazarán como pintura sobre su piel de piedra tu paso.

Y nos harás ver a Siria, Ucrania y a todos los países que sufren las guerras invisibles, las del coltán, los diamantes, el oro, las de las ventas de armas. A a tu lado, el llanto de los más de 340 millones de cristianos perseguidos en el mundo, encontrarán el sosiego de tu abrazo fraternal, mientras sentirán que lavas sus pies en el amor y la paz, que sigue desprendiendo tu Palabra.

 

En quedas horas, dulce paz, la tarde.

Tenue el viento acicala los juncales

y un escalofrío, duende sin sombra,

tiembla de ancestros que en sigilo brotan

cual susurro de amor que en el alma arde,

al sentir, Señor de los arrabales,

bendita la paz que en la paz encarnas,

la vida con tu vida derramada

sobre el leño, que ha teñido tu sangre,

manso Cordero en las manos del Padre,

y del hombre que en su nombre te ha herido

aun sabiendo que por su culpa has sido

clavado en la cruz como un miserable.

 

Este Cristo humilde del Arrabal

es el mismo que por ahí suele andar

merodeando suburbios y andurriales,

lugares donde es un cuchillo el hambre

que aniquila la dignidad humana,

el mismo que a todos nos abre el alma

 

al verlo triste, deambular errante,

cual si fuera haraposo caminante

que busca en la ciudad nuestra mirada…

 

 (Extracto del poema del Pregón de la Semana que tuvo lugar en el Teatro Liceo en el 2015)

 

3 comentarios:

  1. Gracias por recordarnos a esas personas que hicieron posible, que hoy el Cristo del amor y de la paz siga en nuestras calles.

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  2. Gracias por recordarnos a todas las personas que hicieron posible, que hoy este en nuestras calles el Cristo del amor y de la paz

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  3. Gracias por recordarnos quiénes hicieron posible que hoy este en la calle el Cristo del amor y de la Paz

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