J. M. Ferreira Cunquero *
Los datos sobre el consumo de droga nos
desvelan fríamente que esta sociedad del primero de los mundos soporta unas
fisuras que retratan fidedignamente su pastosa hipocresía. Saber que el consumo
del polvo blanco asesino cada vez clava con más insistencia su poder demoledor
en la juventud de este tiempo es para empezar a plantearse, con profunda
seriedad, otras formas de rechazo más creativas que combatan esas estructuras
organizadas que distribuyen y alientan el deseo irresistible de caer en ese
pozo, donde la personalidad del ser humano se destruye, hasta tal punto, que a
veces sólo queda como solución olvidarse del problema, abandonando a su suerte
a quienes han caído en la poderosa tela de araña.
No podemos estar tranquilos sabiendo
que la cocaína empieza a ser consumida por chavales de quince años que, sumidos
en las primeras trampas excitadoras de este
estupefaciente, acaban regalando la vida por esos instantes que enredan la
ficticia necesidad de dar salida a problemáticas sociales que hemos ido creado
entre todos.
Algo más debe hacerse para impedir
que los cimientos de la colectividad sufran de forma tan fácil las embestidas
de las tramas internacionales, que mueven miles de millones de euros a costa de
la salud y la vida del hombre.
La droga de este tiempo ya no marca necesariamente
el aspecto ni la apariencia física de los consumidores. Esto hace más difícil
detectar el problema, impidiendo ponernos en guardia cuando comienza el plan
invasor a destrozarnos la convivencia con ese ser querido, que ha sido cercado
por la blancura traidora. Cuando los
hilos invisibles de la droga entumecen la afectividad y ese ligazón necesario
para crecer al lado de la familia, se genera la autodestrucción del individuo
como persona, surgiendo una inevitable impotencia al no ser capaces de resolver
la dura situación, taponados quizás por ese falso supuesto que nos hacía
suponer que la droga sólo causa problemas en otros lugares y a otra gente que
nada tiene que ver con nosotros.
Por esto es imprescindible reconocer
y publicitar la extraordinaria labor que desde hace más de veinte años viene
desarrollando en nuestro país Proyecto Hombre. Su demostrada eficacia y sobre
todo su alentadora invitación a recoger con el abrazo sincero a quienes han
sido conquistados por la homicida enredadera mortal, es para plantearnos
seriamente que hemos de hacer todo lo posible para animar al menos a que no
decaiga la encomiable labor humana de este colectivo altruista.
Manuel Muiños- alma de P.H. Salamanca |
De la mano del presidente de Proyecto
Hombre en Salamanca, Manuel Muiños, he visitado el centro que, desde hace cerca
de dos años, es punto de referencia en la ciudad del Tormes cuando hablamos de
esta difícil y a veces incomprendida problemática.
Es interesante conocer cómo Proyecto
Hombre desarrolla sus actividades, bajo la supervisión constante de los
terapeutas que se han especializado, más allá de los títulos académicos, en la
realidad de la enseñanza que nace de la experiencia de la organización y a
través del contacto y la convivencia cercana y constante con los enfermos, que
se acercan a Proyecto Hombre buscando su tabla de salvación para salir de ese
inmenso océano de tinieblas donde han sido sumidos.
Es impresionante apreciar en los
chavales a primera vista el brillo de la esperanza en sus ojos, entregados a
buscar algo más que la comprensión de quienes llegamos allí por casualidad o a
conciencia. El lugar y sus condicionantes pueden ser la respuesta que debe
darse al problema, cuando éste ha inyectado su intransigente poderío. Por ello
es mucho más que hermoso escuchar en un sacerdote como Manuel Muiños que la
eucaristía es el motor fundamental que fortalece su pulso sin temblor a la hora
de enfrentarse con sinceridad a esta complicada tarea. Hemos de considerar aún
más el mérito en este joven cura, cuando Proyecto Hombre es una organización
aconfesional, donde lo importante no es el hecho religioso, sino el compromiso
de ayudar a crecer como personas a quienes necesitan el preciso empujón para
volver a morder la vida con entusiasmo.
El éxito de Proyecto Hombre en cuanto a resultados se
consolida en su metódica organización. Cual si fuera un reloj colectivo,
internos y terapeutas marcan los ritmos de la convivencia que busca, desde la
terapia de grupo y la autoayuda sin contemplaciones, que entre los habitantes
del espacio solidario, en igualdad de condiciones y siempre bajo el respeto de
las normas que regulan toda la actividad, se fomente con claridad el deseo de reinserción
en esta hipócrita sociedad, que sigue mirándose el ombligo mientras es atacada
con la virulencia silenciosa por quienes sólo pueden vivir respirando el aire
asqueroso del dinero.
Otra de las sensaciones más intensas
que uno obtiene, al conocer Proyecto Hombre, es que sus cimientos se fortalecen
en lo práctico desde una ilusión colectiva, que va remendando las imperiosas
necesidades que la organización sufre por alzar su frente con la verdad de una
seria obligación, que desafía altruistamente lo que las instituciones son
incapaces de realizar y conseguir aunque ostenten la obligación moral de dar
respuesta a este desgraciado avance del consumo de droga en nuestro país.
Aunque las ayudas empiecen a llegar
a Proyecto Hombre, conseguir más de cuarenta millones de las socorridas pesetas
(para entendernos) cada año, es para pensar que la magia de esta gente
comprometida es la que solventa lo que se me antoja que debería estar
solucionado definitivamente, a priori por quienes tienen la responsabilidad de salvaguardarnos
el derecho a la la vida. Por
ello amigo lector, es imprescindible que, si este tema lacera las paredes de tu
sensibilidad, busques el encuentro con esta organización que precisa, no lo
dudes, cualquier tipo de ayuda. No podemos permitir que algo tan especialmente
necesario para esta sociedad pueda derrumbarse porque estemos en fuera de juego
mirando para otro lado.
Lo grandioso es que cuando Manuel Muiños, como máximo
responsable de Proyecto Hombre en Salamanca, se refiere al tema económico, él
se escapa hacia los paisajes de los anhelos, haciéndome saber que cada día un
voluntario llega desde la calle para dormir junto a los internos en ese afán
por conseguir que los chicos no pierdan el contacto con la sociedad, que sigue
con todos los defectos y virtudes esperándoles fuera. Muiños le da importancia
a los cerca de ciento setenta residentes que han pasado, a lo largo de este
tiempo, por Proyecto Hombre en la ciudad charra. Sus ojos de incombustible cura
se iluminan con más fuerza cuando rememora los éxitos de quienes lograron vestir
de nuevo la dignidad para enfrentarse con ilusión remozada al futuro.
Es importante que todos sepamos que
Proyecto Hombre tiene las puertas abiertas a cualquier ser humano que necesite
comprensión y ayuda para resolver su adición u otros tipos de marginaciones o
desventajas sociales, que mermen su derecho a ser hombre en igualdad de
condiciones con sus semejantes.
Cuando me despido de Manuel Muiños,
haciéndole ver mi reconocimiento a todo lo que hacen, en la modélica
institución que él preside, contra la droga, me doy cuenta que está lejos ya de
mis palabras. En el calmo jardín que circunda el amplio edificio, dos chavales
con la mirada perdida en la ausencia han llegado reclamando su ayuda.
Camino de la ciudad me conquista la
extraña sensación de haber tocado con los dedos del alma la pulpa especial de
un atardecer para siempre inolvidable.
Publicado en el diario El Mundo de Castilla y León en el año 2005
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