14 de septiembre de 2015

¿Ferias? , fritanga en plena calle




J. M. Ferreira Cunquero

Estamos en Ferias, con lo cual mi paseo diario por el centro histórico se me ha ido al garete, al ganar posición de mando esa asquerosa pestilencia a fritanga, que abraza  estos días el mondongo ciudadano. Seguramente porque el caseterismo  deja buena pasta en el mostrador recaudatorio de la casa común, es por lo que se convierte más que en común, en chabola del tío Roque; que digo Roque por aquello de enrocarme en alguna palabreja que explique mi pobre contrariedad de peatón aniquilado.
Está claro que a esta ciudad nos la han convertido los cuatro mandas del tinglado, en centro de citas en plena urbe, para que sea lo de pelar la uva o la cebada parte del mandubrio festero, que ha hecho posible que la docta Salamanca aflore como lugar preferente en el embrollo alcoholero de esquina y madrugada. Claro que si la gente aplaude cuando nos queman el dinero en forma de cohetes al anochecer, fácil es vaticinar que cualquier cosa puede valernos para rellenar el programa.
Y es que el programa de ferias está de feria, vamos que se ha ido de romería a las calles, donde, sin que ocurra prácticamente nada en ellas, están repletas de un personal que busca un no sé qué al fondo de la humareda. Todos, unos detrás de otros, vamos como autómatas por las aceras esperando que nos asombre lo inesperado, porque si se lee en el papel lo que se nos brinda como distraedera, es más que posible que solo unos pocos salgan de la hura.
Un servidor tiene claro que guardará el voto, para quien me asegure bajo firma y ante notario su compromiso de aniquilar para siempre el tocinazo septembrino, que exhala la fetidez grasienta, que hace revivir el Medievo en pleno siglo XXI. Claro que, además se me tiene que asegurar, ya digo, con un notas trajeado dando el cante, que alguna escultura cochambrosa que es un insulto a la ciudad, (¿culta?) va a ser fundida para hacer con ella cagarrutas de cabra, y que me perdonen las cabras por comparar su benditas muñigas con la mismísima mierda.
Y es que las casetas no dejan de ser eso, esculturas afines a alguna que en broce remarca, la escasa categoría que tiene esta ciudad respecto al arte, ¿contemporáneo?, que en ella se expone, para dejar a las claras, la gravísima patología politiquera que sufrimos los paganos del invento, en estos días de tanta insensatez y poco lustre.
El caso es que como a un servidor le van los bares con techumbre y como para suerte mía, en estos pagos dichos lugares abundan, que nadie me espere en la calle arrejuntado al tumulto hinchando la bota…

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