J. M.
Ferreira Cunquero
Estamos
en Ferias, con lo cual mi paseo diario por el centro histórico se me ha ido al garete,
al ganar posición de mando esa asquerosa pestilencia a fritanga, que abraza estos días el mondongo ciudadano. Seguramente porque el caseterismo deja buena pasta en el mostrador recaudatorio
de la casa común, es por lo que se convierte más que en común, en chabola del
tío Roque; que digo Roque por aquello de enrocarme en alguna palabreja que explique mi pobre
contrariedad de peatón aniquilado.
Está
claro que a esta ciudad nos la han convertido los cuatro mandas del tinglado,
en centro de citas en plena urbe, para que sea lo de pelar la uva o la cebada
parte del mandubrio festero, que ha hecho
posible que la docta Salamanca aflore como lugar preferente en el embrollo alcoholero
de esquina y madrugada. Claro que si la gente aplaude cuando nos queman el
dinero en forma de cohetes al anochecer, fácil es vaticinar que cualquier cosa puede
valernos para rellenar el programa.
Y
es que el programa de ferias está de feria, vamos que se ha ido de romería a
las calles, donde, sin que ocurra prácticamente nada en ellas, están repletas
de un personal que busca un no sé qué al fondo de la humareda. Todos, unos
detrás de otros, vamos como autómatas por las aceras esperando que nos asombre
lo inesperado, porque si se lee en el papel lo que se nos brinda como distraedera, es más que posible que solo
unos pocos salgan de la hura.
Un
servidor tiene claro que guardará el voto, para quien me asegure bajo firma y
ante notario su compromiso de aniquilar para siempre el tocinazo septembrino, que exhala la fetidez grasienta, que hace revivir
el Medievo en pleno siglo XXI. Claro que, además se me tiene que asegurar, ya
digo, con un notas trajeado dando el cante, que alguna escultura cochambrosa
que es un insulto a la ciudad, (¿culta?) va a ser fundida para hacer con ella
cagarrutas de cabra, y que me perdonen las cabras por comparar su benditas muñigas
con la mismísima mierda.
Y
es que las casetas no dejan de ser eso, esculturas afines a alguna que en broce
remarca, la escasa categoría que tiene esta ciudad respecto al arte, ¿contemporáneo?,
que en ella se expone, para dejar a las claras, la gravísima patología politiquera
que sufrimos los paganos del invento, en estos días de tanta insensatez y poco
lustre.
El
caso es que como a un servidor le van los bares con techumbre y como para
suerte mía, en estos pagos dichos lugares abundan, que nadie me espere en la
calle arrejuntado al tumulto hinchando la bota…
No hay comentarios:
Publicar un comentario