30 de enero de 2014

PASOS DE LA MUERTE





J. M. Ferreira Cunquero

 
Un concejal, ahí donde lo ves, puede poner a su antojo, el contenedor de la basura que alguien situó en el número 12 de la calle del capricho, frente al 16, bajo petición del amigote de turno o por orden, vía telefónica, de algún mandas con galones del partido o de la peña del julepe.
Y es que los técnicos, seguramente, han de callar unas veces porque manda quien manda (aunque tenga dos lamparillas de aceite por luces en la chinostra) y otras porque el devaneo de las chorradas, propias de pintamonas caprichosos, se pagan con dinero ajeno.
Es fácil recordar aquel sentido único que iba a tener la Gran Vía con sus rayitas pintadas esperando la bendita inauguración, cual si fuera la enésima estupidez de algún listo. ¿Quién pagó aquel disparate…?
Y ahí tenemos los pasos de cebra que, en esta ciudad, son eso, para cebras, ya que si se le ocurre a cualquier valiente ciudadano cruzar, mirándose el ombligo, puede dar un salto a la fama con cánticos  gregorianos de fin de curso para obsequiarle, por osado, en su gloriosa despedida de este mundo.
Y mira tú por dónde, para darme la razón de cómo estos técnicos y el concejal de turno no se enteran de cómo se mueve la ciudad, ahora mismo acaban de pegarse dos coches un beso apasionado. Parece ser que a uno de ellos se le ha ocurrido frenar, para no llevarse por delante a un atrevido peatón que ha cruzado, con dos cachiruelos, por el paso de la muerte.
Y es que son eso, una cita con la muerte, estos pasos de cebra que alguien pintó cada pocos metros (¡qué ocurrencia!) en la Avenida Portugal. Luego, no se sabe si la luz afarolada de la zona (mil veces recompuesta por mil alcaldes) algún duende cachondo nos la guinda,  pues ha de reconocerse que quien conduce, si además cae una lluvia puñetera, (como ahora mismo) no puede ver ni mil elefantes balanceándose en la famosa tela de la araña…
¡Toma castaña!..., cuando iba a tornar a estas letras, otro zambombazo. Una moto se acaba de llevar por delante a un vecino de esta ciudad que ha estado tirado en el suelo, con aspecto de gravedad absoluta,  mientras llegaba una ambulancia. Para darle más contenido a lo que trato de escribir, este suceso ha tenido lugar en un paso de cebra como Dios manda y con semáforo incluido.  
Queda vaticinado y retornaré a estas letras no tardando mucho, que si alguien no pone remedio, en la Avenida Portugal, montaremos un sepelio absurdo. Esta falta de objetividad técnica conjugada con las penurias educacionales que sufren ciertos especímenes con pinta de seres humanos, que conducen por esta ciudad confundiendo la velocidad con el farinato, solo pueden llevarnos al desastre.
Volveremos al asunto, si alguien no coge la lija a tiempo… 

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