J. M. Ferreira Cunquero
Un concejal, ahí donde lo ves,
puede poner a su antojo, el contenedor de la basura que alguien situó en el
número 12 de la calle del capricho, frente al 16, bajo petición del amigote de
turno o por orden, vía telefónica, de algún mandas
con galones del partido o de la peña del julepe.
Y es que los técnicos, seguramente,
han de callar unas veces porque manda quien manda (aunque tenga dos lamparillas
de aceite por luces en la chinostra) y
otras porque el devaneo de las chorradas, propias de pintamonas caprichosos, se
pagan con dinero ajeno.
Es fácil recordar aquel sentido
único que iba a tener la Gran Vía con sus rayitas pintadas esperando la bendita
inauguración, cual si fuera la enésima estupidez de algún listo. ¿Quién pagó
aquel disparate…?
Y ahí tenemos los pasos de cebra
que, en esta ciudad, son eso, para cebras, ya que si se le ocurre a cualquier
valiente ciudadano cruzar, mirándose el ombligo, puede dar un salto a la fama
con cánticos gregorianos de fin de curso
para obsequiarle, por osado, en su gloriosa despedida de este mundo.
Y mira tú por dónde, para darme
la razón de cómo estos técnicos y el concejal de turno no se enteran de cómo se
mueve la ciudad, ahora mismo acaban de pegarse dos coches un beso apasionado.
Parece ser que a uno de ellos se le ha ocurrido frenar, para no llevarse por
delante a un atrevido peatón que ha cruzado, con dos cachiruelos, por el paso de la muerte.
Y es que son eso, una cita con la
muerte, estos pasos de cebra que alguien pintó cada pocos metros (¡qué
ocurrencia!) en la Avenida Portugal. Luego, no se sabe si la luz afarolada de
la zona (mil veces recompuesta por mil alcaldes) algún duende cachondo nos la
guinda, pues ha de reconocerse que quien
conduce, si además cae una lluvia puñetera, (como ahora mismo) no puede ver ni
mil elefantes balanceándose en la famosa tela de la araña…
¡Toma castaña!..., cuando iba a
tornar a estas letras, otro zambombazo. Una moto se acaba de llevar por delante
a un vecino de esta ciudad que ha estado tirado en el suelo, con aspecto de
gravedad absoluta, mientras llegaba una
ambulancia. Para darle más contenido a lo que trato de escribir, este suceso ha
tenido lugar en un paso de cebra como Dios manda y con semáforo incluido.
Queda vaticinado y retornaré a
estas letras no tardando mucho, que si alguien no pone remedio, en la Avenida
Portugal, montaremos un sepelio absurdo. Esta falta de objetividad técnica conjugada
con las penurias educacionales que sufren ciertos especímenes con pinta de
seres humanos, que conducen por esta ciudad confundiendo la velocidad con el
farinato, solo pueden llevarnos al desastre.
Volveremos al asunto, si alguien
no coge la lija a tiempo…
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