4 de marzo de 2011

FERNANDO PABLOS


J. M. Ferreira Cunquero

Sí, ya sé que Alfonso Guerra, como personaje público, provoca todo tipo de contradicciones, siendo tan querido como odiado. Pero a un servidor es el único político que le convoca. Es como un acto nervioso que me ata al pasado, a un mitin en el que fue telonero de Felipe González en la Monumental de Barcelona.  
Cuando viene a Salamanca -ya digo- me importa un carajo que a su rebufo coja cacho, para largar inaguantables rollos, Melero o su santa compaña.
No soy amigo de Fernando Pablos, aunque haya tenido con él alguna conversación a pie de calle o en algún acto en el que hayamos podido coincidir por casualidad.
Creo que es tan buena gente que su talante recubierto en la educación de la sencillez no le ha permitido asumir o generar el suficiente veneno para darle la caña que en tantas ocasiones se ha merecido el alcalde imbatible. Muchas veces Lanzarote ha estado contra las cuerdas y a Fernando nos ha dado la impresión de faltarle, más que pegada, mala leche.
En aquel cierre de campaña al que aludía, le mojaba al mismísimo Alfonso la oreja, con una intervención memorable. Cuando hablaba de la ciudad que él quería como alcalde para todos los salmantinos, me estaba describiendo mi propia quimera. Pero lo más importante de aquella intervención bien estudiada, es que cada propuesta referida a los nuevos compromisos de la casa común salmantina, era posible. Percibí, después de muchos años, que alguien podía representar con certeza mis pequeñas aspiraciones, en una ciudad que en nada se parece a la que tanto predican quienes han venido amasado la harina del poder sin lograr el redondeo de la hogaza.
Me hubiese complacido ver a Fernando Pablos en el papel de alcalde. No habría sido mala inversión, creo, hacernos con la cara amable que esta ciudad necesita para vestir de verdad ese espíritu universitario tan manidamente vendido en feriales de poca monta. Es más, creo que habría sido un buen mandatario, pero la realidad, aunque nos sature el gaznate, no modifica la chanfaina que venimos regalándonos desde hace siglos sin que nos importe, parece ser, el cambio de ingredientes que podría por lo menos hacerla más apetitosa.
Y es que cuando el PP habla de renovación al referirse a un candidato que vive de la política desde sus años mozos, suena a cachondeo. Otra cosa es que se defienda al señor Mañueco como hombre de dilatada experiencia en política, eso sí, sin trabajo en otro lugar que no sea el que le aporta el fiel sueldo que sale de nuestros bolsillos.
A mí me complacen más los aspirantes que tienen curre conocido. Cuestión indispensable para no ensanchar tragaderas como obedientes discípulos de la gran causa personal, que incide en quienes no tienen oficio para ganarse la vida en otro lugar como el resto de los mortales. Esta apreciación que debería ser tenida en cuenta por los ciudadanos, de nada va a servir seguramente. El señor Cavero se la juega en un momento complicado, cuando el gobierno socialista impregna con sus despropósitos el cabreo nacional, que va a castigar en las urnas irremediablemente a toda una legión de socialistas capaces y honrados.
El tiempo ya nos dirá cómo se cocina el nuevo tinglado municipal, en el que seguro que echaremos de menos los genuinos impulsos de Lanzarote, mientras Fernando Pablos, por fin, creo que tendrá un papel más acorde con su valía.

Publicado en el diario El Adelanto de Salamanca 04.03.11







No hay comentarios:

Publicar un comentario