18 de diciembre de 2009

AL SON DE LA GAITA


J. M. Ferreira Cunquero


Hasta en los telediarios fue noticia el festejo seudo estudiantil que, con aroma a Noche Vieja adelantada, se celebró en nuestra ciudad y en Zamora.
Es de agradecer que por lo menos, pese al pique que haya podido existir entre ambas citas, no nos hayan hecho recordar, como fundamento del asunto, a los cuatro voceros que, por encargo de algún ilustre patán, nos relatan el número contradictorio de participantes en cualquier manifestación callejera.
Ha vuelto a quedar demostrado, que las concentraciones en la calle para este tipo de eventos (por mucho que la estrecha oficialidad exprese su rechazo) alcanzan sus objetivos gracias a un ímpetu juvenil imparable que, bajo mi punto de vista, es una verdadera desgracia que sólo tenga como interés el fomento de estos propósitos del jolgorio.
Que Salamanca haya podido o no golear a Zamora en este encuentro de regocijos, donde el alcohol suele marcar la pauta, me trae al pairo. Me interesa más, mucho más, preguntarme porqué una chavalería tan sobresaliente para estas cosas, no acaba de poner el mismo celo en lo que bajo mi criterio debería interesarle.
No hace falta ningún informe ni estadística especial para dar por hecho que en esos holgorios ha participado un gran porcentaje de jóvenes sin curre. Chicos que en esta Comunidad chocan contra el aciago horizonte del desierto, donde las perspectivas laborales son un fiasco.
Tierra esta, abrupta, terca y cegada en mantener un estereotipo de la apariencia que cubre, con palabrería de políticos incapaces, la realidad que se nos agarra como un bastión de garrapatas a los bajos fondos de nuestro arraigo histórico de la indolencia.
La inmigración que se daba hacia Europa en los años sesenta, intentando tapar el infortunio de este país hundido en los sótanos propagandísticos del régimen franquista, podemos revivirla por estos pagos, aquí, hoy, en vivo y en directo. Aunque no haya maletas de cartón en los andenes de las estaciones del ferrocarril, ni antros escasos de luz con perfume a sudor de pobreza, podemos ver cómo cada fin de semana parten de nuestras ciudades montones de jóvenes buscando en otras latitudes la eventual fortuna de este tiempo.
El resto, es decir los que se emborrachan con la mala suerte de vivir aquí un paupérrimo inmovilismo, forman parte de un componente laboral que, a base de migajas, alimenta un pasotismo donde sólo puede esperarse que la monumental fachada de nuestra historia mane de los capiteles leche.
Sigo sin entender porqué la juventud, ahogada en esta ruina social que la zarandea, no hace suyo, por ejemplo, el 1 de mayo y, alejada de consignas sindicales ceremoniosas, coge al toro de este tiempo, de una puñetera vez, por los testículos de la protesta.
Menos comprendo que esta facilidad para reunirse en torno a la distracción, tan esencial para la quema de adrenalinas y corajes, no se utilice para menear este estado de parsimonia donde, mientras el futuro se afilia a mil funerarias por si acaso, luce su figura, en las pasarelas propagandísticas, tanto político mediocre a la hora de vomitar promesas intrascendentes.
Me pregunto qué ocurriría si de repente a esta juventud, tan capacitada para montar concentraciones en cualquier plazuela, les diese por reivindicar derechos que nuestra Constitución proclama con rango de fundamentales.
No estaría mal ver a la ingente chavalería metiendo las uñas de su vigor en la llaga hipócrita de esta sociedad, exigiendo lo que le pertenece. Pero la realidad, para qué engañarnos, es que viene bien recetar lo de Zamora y Salamanca en cápsulas de pasajera alegría, para que los chavales sigan viviendo en un mundo que, por maravilloso, es inexistente.

El Adelanto de Salamanca jueves 17.12.09

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