Es la fachada lo que importa,
tener aparente buena pinta
y vestir casi siempre porque pueden
lo que nosotros nos ponemos en domingo.
Hipócrita luego una sonrisa
con esfuerzo florece en esos rostros
que mendigan a peseta la ignorancia
y empachados de comer tanto respeto
se idolatran soñándose escultura.
Pero ahí estamos nosotros,
en ese ambiente que fabrica tanta nata
poniendo con esmero nuestra guinda.
Y es que llevamos con orgullo
los vaqueros que compramos
a conciencia por enero en las rebajas
y solo vestimos de etiqueta
cuando nos deja con placer nuestra locura
bebernos la miel de la ironía.